miércoles, 15 de febrero de 2012

La fe hay que vivirla en la comunidad eclesial

Santa Fe, 14 Feb. 12 (AICA) El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, recordó que la Cuaresma es “tiempo de ahondar el sentido de la fe para vivir más plenamente nuestra vocación cristiana. Es tiempo de escucha de la Palabra, de oración y conversión, de privaciones y caridad, como de una espera confiada en la alegría de la Pascua que da certeza a nuestro caminar. No somos peregrinos hacia algo incierto, somos testigos de una Vida Nueva que se nos ha dado en Cristo. La meta siempre será llegar: ‘al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo’”.

“La tarea de nuestro crecimiento espiritual necesita de esta referencia a Jesucristo como don de Dios, pero también de la obra y el esfuerzo de nuestro trabajo. Ni voluntarismos ni espiritualismos, sino compromiso desde la fe con la presencia viva de Jesucristo que nos transforma por la fuerza del Espíritu Santo. Comprender esta relación entre el don recibido y nuestra tarea, nos aleja de toda utopía constructivista que nos hace pequeños dioses, como de toda actitud que no valora la obra del hombre. Dios no ocupa el lugar del hombre, lo ilumina y lo eleva con su gracia”, explicó en su mensaje de Cuaresma.

El prelado sostuvo que “la fe, que nos descubre en esa relación filial y personal con Dios, nos muestra nuestra grandeza y posibilidades. Por ello, un verdadero humanismo al hablarnos de la dimensión espiritual del hombre nos debe hablar, también, de la importancia del esfuerzo personal como de las necesarias condiciones que permitan su realización”.

“En este marco -indicó- se comprende el significado del bien común que es: ‘el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección’. Desde esta perspectiva podemos hablar de la correcta relación de lo religioso con lo político o social. Lo religioso, como parte de la dimensión espiritual del hombre, necesita del ámbito de lo público para su realización. No hablamos de un privilegio sino de un derecho”.

Tras referirse al Año de la Fe, que comenzará el próximo 11 de octubre y concluirá el 24 de noviembre de 2013, solemnidad de Cristo Rey, destacó que “su finalidad tiene un profundo sentido personal de conversión pero es, además, un fuerte llamado a vivir esa misma fe en su apertura misionera: ser puertas creíbles de la fe. Esto me lleva a plantear el tema de la vivencia de la fe en lo concreto de cada comunidad”.

El arzobispo santafesino indicó que “la fe es un don que debemos agradecer y cuidar”, y consideró que para hacerlo hay que “prestar atención a este tema es el primer acto de responsabilidad cristiana. No niego que sea importante cuidar nuestra salud e imagen física, pero también debe ser una preocupación nuestra vida de fe. Ambas merecen nuestra atención. Lo primero que les diría es algo simple, pero que hace a nuestra condición de seres creados: a la vida espiritual hay que darle tiempo durante el día, la semana, el mes, incluso el año….”

“¿Cómo hacerlo? Aquí comienza un camino personal que debe jerarquizar nuestro tiempo espiritual y eclesial, pero que nunca deberá disminuir sino iluminar los compromisos propios de mi deber de estado. El primer lugar le corresponde a la Palabra de Dios, ella necesita tiempo y estudio. No es un objeto mágico para nuestra sensibilidad, es una Palabra que llega a nuestro corazón por el camino de la inteligencia. La respuesta a ella es un acto de fe que lleva a la conversión y nos introduce en ese diálogo fecundo con Dios que es la oración. El segundo lugar le corresponde a la vida de oración, que también necesita su tiempo. Finalmente les hablaría de la vida sacramental, como momento único y objetivo de gracia en nuestras vidas. En la participación de la eucaristía y en la frecuencia del sacramento de la reconciliación, la vida de fe se actualiza, se mantiene viva y crece”, puntualizó.

Asimismo, aseguró que “la vida de fe también crece y se cuida, en el ejercicio de la caridad”, al señalar que “ambas se necesitan mutuamente. ¡Cuánta vida de fe se marchita por ausencia de la caridad, y cuánto ejercicio de la caridad se vuelve hueco e infecundo por falta de fe!”

Monseñor Arancedo explicó por qué tituló su mensaje de Cuaresma: “Vivir la fe en la comunidad eclesial”: “La fe católica sólo se puede vivir en la comunión de la Iglesia. La Iglesia no es un agregado a la fe, sino su expresión propia querida por Jesucristo. Somos piedras vivas de un templo del que Él es la piedra fundamental. Ser piedras vivas de este templo es el desafío permanente del cristiano. Jesucristo no nos dejó una idea, nos dejó la Iglesia, es decir, una comunidad concreta asistida por el Espíritu Santo y a la que estamos llamados a participar”.

Por ello, subrayó, “una fe que no se haga presencia y compromiso en la vida de la comunidad termina debilitándose, porque no responde al designio de templo vivo del que nos habla Jesucristo. A este aspecto eclesial de la fe siempre lo debemos examinar. Cuántos cristianos profesan su fe y la viven en sus prácticas religiosas, pero cuánta debilidad presentan sus comunidades. ¡Qué distancia con la letra y el espíritu de la carta que nos envió el Santo Padre!”.



Fuente: AICA

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