“Ni cogeré las flores
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras”
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras”
A los demonios, que es el segundo enemigo, llama fuertes, porque ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este camino, y porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo y carne, para hacer al alma fuerte guerra (San Juan de la Cruz, CB 3,9).
El demonio ronda siempre buscando a quién devorar. Sus acometidas son temibles y hay que hacerse fuerte en esta pelea. El Maligno a las almas mediocres o tibias no les hace nada, porque ellas nada bueno ni malo hacen, sirven para poco. Pero quien quiera amar a Cristo y que Él lo sea todo, quien quiera seguirle y entregarse a Él, encontrará la oposición del Maligno: incluso es buena señal de progreso interior ver sus ataques, por diferentes flacos y de diversas maneras.
Una primera forma de ataque: se reconoce su táctica y su huella cuando, sin razón, todo se vuelve adverso. El Maligno, que se aparta de la Verdad y de la razón, es completamente ilógico e irracional. En sus ataques se ve su falta de lógica con tal de hacer daño al alma. Son, por ejemplo, circunstancias enrevesadas, malentendidos, tergiversaciones, medias verdades, rumores e infundios; y lo que antes era lineal, recto, esforzado, de pronto se tuerce sin razón de ser y sin que la persona haya hecho nada malo. Lo inextricable, lo que carece de razones, el cambio fortuito de personas que se produce con tanta rapidez que no se entiende, todo este mundo ilógico es un ataque del Maligno.
Y una segunda forma de ataque:
El Maligno plantea tentaciones, pero a medida en que el alma está más unida a Cristo, las tentaciones son más sutiles, más refinadas. Se disfrazan bajo capa de bien, el ángel de las tinieblas se disfraza de ángel de luz. Son pensamientos que nos llevan a algo aparentemente bueno, pero que no es la voluntad de Dios sino que, en el fondo, nos aparta de la voluntad de Dios para caer en el capricho o en la veleidad. Son tentaciones sutiles donde uno se siente de pronto inclinado a realizar aquello que siente; pero, sabiendo esto, el discernimiento debe ser el modo normal de vivir. Hay que pasar por la criba de la oración y de la consulta si aquello que experimentamos o sentimos es una tentación o es una moción de Dios que llama a algo. Cuando viene de Dios, aunque se nos pida algo costoso o difícil, en el fondo del alma tenemos paz; pero aquello que se disfraza de bien, si lo analizamos, en el fondo del alma no deja paz sino inquietud y amargura, no hay certeza.
No coger las flores ni temer las fieras y pasar los fuertes y fronteras se podrá realizar en la medida en que hay un Amor mayor que es el de Jesucristo.
Quien ama a Cristo, quien se enamora de Él, afronta estas dificultades, supera estos retos. “Pero el alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada del amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras” (CB 3,8). ¡El amor da alas al alma! Una sólida confianza en el Amado, ganada a base de oración y trato continuo con Él, nos permiten superar estos obstáculos.
El demonio ronda siempre buscando a quién devorar. Sus acometidas son temibles y hay que hacerse fuerte en esta pelea. El Maligno a las almas mediocres o tibias no les hace nada, porque ellas nada bueno ni malo hacen, sirven para poco. Pero quien quiera amar a Cristo y que Él lo sea todo, quien quiera seguirle y entregarse a Él, encontrará la oposición del Maligno: incluso es buena señal de progreso interior ver sus ataques, por diferentes flacos y de diversas maneras.
Una primera forma de ataque: se reconoce su táctica y su huella cuando, sin razón, todo se vuelve adverso. El Maligno, que se aparta de la Verdad y de la razón, es completamente ilógico e irracional. En sus ataques se ve su falta de lógica con tal de hacer daño al alma. Son, por ejemplo, circunstancias enrevesadas, malentendidos, tergiversaciones, medias verdades, rumores e infundios; y lo que antes era lineal, recto, esforzado, de pronto se tuerce sin razón de ser y sin que la persona haya hecho nada malo. Lo inextricable, lo que carece de razones, el cambio fortuito de personas que se produce con tanta rapidez que no se entiende, todo este mundo ilógico es un ataque del Maligno.
Y una segunda forma de ataque:
El Maligno plantea tentaciones, pero a medida en que el alma está más unida a Cristo, las tentaciones son más sutiles, más refinadas. Se disfrazan bajo capa de bien, el ángel de las tinieblas se disfraza de ángel de luz. Son pensamientos que nos llevan a algo aparentemente bueno, pero que no es la voluntad de Dios sino que, en el fondo, nos aparta de la voluntad de Dios para caer en el capricho o en la veleidad. Son tentaciones sutiles donde uno se siente de pronto inclinado a realizar aquello que siente; pero, sabiendo esto, el discernimiento debe ser el modo normal de vivir. Hay que pasar por la criba de la oración y de la consulta si aquello que experimentamos o sentimos es una tentación o es una moción de Dios que llama a algo. Cuando viene de Dios, aunque se nos pida algo costoso o difícil, en el fondo del alma tenemos paz; pero aquello que se disfraza de bien, si lo analizamos, en el fondo del alma no deja paz sino inquietud y amargura, no hay certeza.
No coger las flores ni temer las fieras y pasar los fuertes y fronteras se podrá realizar en la medida en que hay un Amor mayor que es el de Jesucristo.
Quien ama a Cristo, quien se enamora de Él, afronta estas dificultades, supera estos retos. “Pero el alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada del amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras” (CB 3,8). ¡El amor da alas al alma! Una sólida confianza en el Amado, ganada a base de oración y trato continuo con Él, nos permiten superar estos obstáculos.
Todo queda resumido así por san Juan de la Cruz:
Éste, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le conviene tener para en este camino buscar a su Amado; el cual, en suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes (CB 3,10).
Fuente: http://corazoneucaristicodejesus.blogspot.com
"hay que pasar por la criba de la oración"... sin duda, pero hoy en día estamos en una época estresante que nos lo pone muy difícil, y cuando tenemos ocasión, las experiencias vividas, las influencias del entorno, los metalenguajes, los conceptos y las presiones que han ido acumulándose en nuestra mente con la gran información alrededor, hacen que resulte árida, dura, desalentadora...
ResponderEliminarGracias por su comentario Dr. Huysmans: siempre la oración implica esfuerzo, eso lo tenemos que saber. En la oración nos encontramos con Dios, le hablamos y El nos habla. es un dialogo con el Creador.. por eso es importante en la oración el silencio (silenciarnos, pensamientos, sentimientos, etc) es ahí donde Dios nos habla directamente al corazón! por eso tenemos que abrir nuestro corazón a El y todas las puertas que tenemos cerradas. El es muy respetuoso y no va ha entrar sin permiso, El respeta tu libertad.Que importante para tomar una decisión escuchar al que lo sabe todo!! Que lindo consultarle al que es Verdad! en la oración encontramos la verdadera Paz, no la paz que da el mundo. gracias y bendiciones!!
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