jueves, 26 de agosto de 2010

A cien años del nacimiento de la Madre Teresa


Buenos Aires, 26 Ago. 10 (AICA) Al cumplirse hoy los cien años del nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, AICA publica a continuación un artículo escrito por Jesús María Silveyra, quien en este momento se encuentra precisamente en Calcuta. El autor es un escritor argentino autor de varias obras. Actualmente se halla trabajando en un libro sobre la Madre Teresa. Su último libro publicado es “Dios está sanando”, editado por Lumen. A continuación el artículo.

Madre Teresa de Calcuta
Se cumplen hoy cien años del nacimiento de Agnes Gonxha Bojaxhiu, la monja de origen albanés conocida en todo el mundo como la Madre Teresa de Calcuta, quien recibió el Premio Nobel de la Paz en 1979. Mucho se sabe de su obra humanitaria en cientos de países del mundo, donde las Hermanas y los Hermanos “Misioneros de la Caridad” atienden las necesidades de los más pobres entre los pobres (moribundos, leprosos, abandonados, niños, enfermos de SIDA, discapacitados, etc…); poco en cambio se conoce acerca de los motivos que llevaron a Teresa (nombre que eligió en honor a santa Teresa de Lisieux) a dejar la Congregación de las Hermanas de Loreto, donde se dedicaba a dirigir y enseñar en un colegio de Calcuta, para pasar a una vida de oración y trabajo, radicalmente consagrada a las obras de misericordia.

Ella misma cuenta que el 10 de septiembre de 1946, durante un viaje en tren desde Calcuta a Darjeeling, al pie de los Himalayas, recibió una “llamada dentro de la llamada” (la primera llamada fue siendo muy joven, cuando decidió hacerse religiosa). Ella lo llamó, el “Día de la Inspiración”. Era una invitación de Dios a dejar el Convento de Loreto e ir en busca de los más pobres; de llevar su amor y su luz hacia los agujeros oscuros de Calcuta, donde la pobreza hacía estragos; de cambiar su hábito de estilo europeo por el sari blanco de las castas inferiores hindúes; de vivir en medio de ellos, con pobreza franciscana y trabajo benedictino.

“Quiero hermanas indias Misioneras de la Caridad, que serían Mi fuego de amor entre los más pobres: los enfermos, los moribundos, los niños pequeños de la calle. Quiero que Me traigas a los pobres, y las hermanas que ofrecerían sus vidas como víctimas de Mi amor me traerían estas almas…”, le decía el Señor.

Invitación que se fue reafirmando con el paso de los días y que siempre terminaba con una pregunta: “¿Te negarás?”. La madre Teresa, no sólo no se negó, sino que consagró los restantes cincuenta años de su vida (muere el 5 de septiembre de 1997) a cumplir con esa llamada, dentro de la India y en los cinco continentes; no sólo con los pobres materiales del mundo subdesarrollado, sino también con los carentes de amor del mundo desarrollado.

Fue por ese motivo que estableció para su nueva Congregación el cuarto voto, el de “servir a los más pobres entre los pobres”, que se agregaba a los tres tradicionales de otras órdenes religiosas (pobreza, obediencia y castidad).

Esta llamada, según se desprende del análisis realizado por algunos biógrafos de la “Madre” (en base a las cartas enviadas primero a su confesor, el padre Van Exem y al arzobispo de Calcuta, monseñor Périer y, más tarde, a sus seguidores) tuvo que ver con ciertas visiones y locuciones interiores que comenzando en aquel viaje en tren se continuaron durante varios meses y se centraron en la necesidad de “saciar la sed de amor y de almas de Cristo en la cruz”.

En una palabra, la experiencia de aquel viaje debió ser un encuentro con la sed de Cristo. De allí que en todas las capillas de las casas de la Congregación, al costado de la cruz, siempre coloquen aquellas palabras de Jesús en el Gólgota: “Tengo sed” (Juan 19,28). Según la madre Teresa, aquella sed del Señor no fue sólo física, sino, fundamentalmente una sed de amar y ser amado por el hombre, una sed de despertar la sed del hombre por Dios, un ansia por salvar a la humanidad y a las almas a través de un amor extremo, expresado a través de su sed.

Y si bien, el tema de la sed de Cristo ha sido motivo de meditación para muchos de los Padres y Doctores de la Iglesia (por ejemplo, para san Agustín, quien dijo: “Dios tiene sed de que se tenga sed de Él”), en la espiritualidad de la madre Teresa, este tema ocupa un lugar central, a tal punto que ella señaló que es el sentido mismo de la misión de la Congregación.

En este centenario de su nacimiento y en tiempos en que fácilmente nos dejamos caer en la desesperanza, me parece importante releer parte de una meditación, escrita por Teresa de Calcuta a las Hermanas Misioneras, como si las hubiera expresado el Señor para todos y cada uno de nosotros: “TENGO SED DE TI. Tengo sed de amarte y de que tú me ames. Tan precioso eres para mí que TENGO SED DE TI. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una nueva creación y te daré la paz aun en tus pruebas. TENGO SED DE TI. Nunca debes dudar de mi misericordia, de mi deseo de perdonarte, de mi anhelo por bendecirte y vivir mi vida en ti, y de que te acepto sin importar lo que hayas hecho. TENGO SED DE TI. Si te sientes de poco valor a los ojos del mundo, no importa. No hay nadie que me interese más en todo el mundo que tú. TENGO SED DE TI. Ábrete a mí, ven a mí, ten sed de mí, dame tu vida. Yo te probaré qué tan valioso eres para mi corazón”.
Fuente: AICA

No hay comentarios:

Publicar un comentario