Buenos Aires, 23 Mar. 11 (AICA) El Secretariado Nacional para la Familia recordó que “la vida humana -toda vida humana- es una bendición, nunca una maldición a pesar de las situaciones adversas, a veces extremas, en que se desarrolla”.
“No esta bueno -advirtió- oponer, como realidades antagónicas, a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente”.
En un comunicado titulado “La Luz de la Anunciación”, con motivo del Día del Niño por Nacer, que se celebra el 25 de marzo, el organismo dependiente de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, le dice NO al “espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un SÍ a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo”.
Texto del comunicado
Asociados con entusiasmo al “Año de la Vida” convocado por nuestros Obispos queremos celebrar, en ese marco, la fiesta de la Anunciación el viernes 25 de marzo, y desde la potente y amorosa luz que proyecta ese acontecimiento central de la Encarnación de nuestro Salvador en las entrañas puras de María, unirnos al cuidado delicado y tierno de la “vida por nacer”.
Algunos breves puntos de reflexión que nos conduzcan a rezar intensamente y a buscar modos adecuados y convincentes de revalorización de la persona como don sagrado de Dios.
− La vida humana –toda vida humana] es una bendición, nunca una maldición a pesar de las situaciones adversas, a veces extremas, en que se desarrolla.
− No es bueno oponer –como realidades antagónicas- a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente.
− Un no al espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un sí a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo.
Sólo el abrazo solidario y amoroso de su realidad alumbrará el triunfo de la vida: la de ellas y la de sus hijitos.
− Busquemos un suelo firme y común para asentar nuestra convivencia: el cuidado y la promoción de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Cuando rompemos voluntariamente ese hilo de oro conductor -sobre todo en sus tramos más finos- lastimamos fuertemente ese suelo común que nos sostiene en la convivencia fraterna.
− Como nunca en la historia de la humanidad la ciencia experimental nos señala cuando principia la vida humana, de modo original e irrepetible. Pero paradójicamente muchos tienden a negar la realidad del ser humano en el inicio de su gestación.
− No discriminemos según las etapas del desarrollo de la persona, fundamentalmente porque ello constituye una injusticia hacia los discriminados y porque, además, por ese camino será muy difícil hallar límites mañana a otros mecanismos de justificación de futuras discriminaciones al derecho primario de la vida.
− Nuestros niños y jóvenes necesitan, más que abundancia de palabras, testimonios de primera mano de personas que comprometen su existencia a favor de la vida humana, en todas sus etapas. Fundamentalmente del testimonio y el apoyo de sus papás. Por eso, fortalecer la familia hacia vínculos basados en la entrega amorosa y fecunda, es tarea de vital importancia para nuestra patria.
Que Jesús, María y José nos enseñen a respetar, cuidar y amar profundamente el don enorme y sagrado de la vida humana.
“No esta bueno -advirtió- oponer, como realidades antagónicas, a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente”.
En un comunicado titulado “La Luz de la Anunciación”, con motivo del Día del Niño por Nacer, que se celebra el 25 de marzo, el organismo dependiente de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, le dice NO al “espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un SÍ a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo”.
Texto del comunicado
Asociados con entusiasmo al “Año de la Vida” convocado por nuestros Obispos queremos celebrar, en ese marco, la fiesta de la Anunciación el viernes 25 de marzo, y desde la potente y amorosa luz que proyecta ese acontecimiento central de la Encarnación de nuestro Salvador en las entrañas puras de María, unirnos al cuidado delicado y tierno de la “vida por nacer”.
Algunos breves puntos de reflexión que nos conduzcan a rezar intensamente y a buscar modos adecuados y convincentes de revalorización de la persona como don sagrado de Dios.
− La vida humana –toda vida humana] es una bendición, nunca una maldición a pesar de las situaciones adversas, a veces extremas, en que se desarrolla.
− No es bueno oponer –como realidades antagónicas- a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente.
− Un no al espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un sí a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo.
Sólo el abrazo solidario y amoroso de su realidad alumbrará el triunfo de la vida: la de ellas y la de sus hijitos.
− Busquemos un suelo firme y común para asentar nuestra convivencia: el cuidado y la promoción de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Cuando rompemos voluntariamente ese hilo de oro conductor -sobre todo en sus tramos más finos- lastimamos fuertemente ese suelo común que nos sostiene en la convivencia fraterna.
− Como nunca en la historia de la humanidad la ciencia experimental nos señala cuando principia la vida humana, de modo original e irrepetible. Pero paradójicamente muchos tienden a negar la realidad del ser humano en el inicio de su gestación.
− No discriminemos según las etapas del desarrollo de la persona, fundamentalmente porque ello constituye una injusticia hacia los discriminados y porque, además, por ese camino será muy difícil hallar límites mañana a otros mecanismos de justificación de futuras discriminaciones al derecho primario de la vida.
− Nuestros niños y jóvenes necesitan, más que abundancia de palabras, testimonios de primera mano de personas que comprometen su existencia a favor de la vida humana, en todas sus etapas. Fundamentalmente del testimonio y el apoyo de sus papás. Por eso, fortalecer la familia hacia vínculos basados en la entrega amorosa y fecunda, es tarea de vital importancia para nuestra patria.
Que Jesús, María y José nos enseñen a respetar, cuidar y amar profundamente el don enorme y sagrado de la vida humana.
Fuente: AICA
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