miércoles, 3 de febrero de 2010

Muertes por abortos, argumento que no podrán usar los abortistas

Buenos Aires, 3 Feb. 10 (AICA) El boletín Notivida demostró con cifras oficiales que los abortistas ya no podrán utilizar como argumento las muertes por abortos para justificar la despenalización de esa práctica para asesinar a niños por nacer en el vientre materno.

La publicación electrónica señaló que “siguen en descenso las muertes maternas por aborto”, al destacar que las últimas cifras oficiales derrumban así “los mitos” de los abortistas.

Mientras que en 2008 las muertes maternas se redujeron sólo un 3% respecto al año anterior, las muertes por aborto cayeron ahora un 16%. Las muertes maternas por aborto representan el 0,04% de las defunciones femeninas.

El total de mujeres fallecidas durante 2008 fue de 142.274, siendo las primeras causas: enfermedades del corazón (34.092), tumores malignos (26.442), enfermedades cerebrovasculares (9.888), infecciones respiratorias agudas (8.555).

Las muertes maternas -relacionadas con el embarazo, parto y puerperio- son un subgrupo de 296 muertes en un total de 142.274. El aborto provoca el 20,9% de las muertes maternas y el 0,04% de las muertes de mujeres. En el total de muertes femeninas el aborto se ubica por detrás de muchísimas causas evitables, por ejemplo la desnutrición que en 2008 ocasionó la muerte de 573 mujeres.

De las 296 muertes maternas del 2008 el 20,9% fue por aborto. Las demás estuvieron ocasionadas por causas obstétricas directas (19,6%), indirectas (19,9%), trastornos hipertensivos (15,2%), infecciones generalizadas (13,2%) y hemorragias pre o postparto (11,2%).

La cifra le permite decir a los abortistas que el aborto es la primera causa de mortalidad materna en la Argentina -título reiterado en los medios de prensa- y el lector desprevenido interpreta que es la primera causa de muerte para las mujeres.

Muertes maternas por aborto
Las últimas cifras disponibles son las de 2008 y fueron publicadas en diciembre de 2009 por el Ministerio de Salud de la Nación. Según esos datos en 2008 se produjeron 62 muertes maternas por aborto en todo el país. El mismo indicador para 2007 era de 74 muertes, lo que implica una reducción del 16% respecto al año anterior y del 33% con relación a 2006 cuando las muertes eran 93.

Informes: Correo electrónico notivida@notivida.com.ar o en la página de Internet: www.notivida.org.
 
 Fuente. AICA

martes, 2 de febrero de 2010

María presenta a su Hijo

Hoy celebramos una fiesta muy hermosa: la purificación de María y la presentación del Niño en el templo. En esta fiesta se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión de Cristo. Ni María necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios. Ojalá aprendamos en este día estos dos aspectos tan bellos: la humildad y el sentido de la consagración, como ofrecimiento permanente a Dios ... Humildad que es actitud filial en manos de Dios, reconocimiento de nuestra pequeñez y miseria. Humildad que es mansedumbre en nuestras relaciones con el prójimo, que es servicialidad, que es desprendimiento propio.

María, como Cristo, quiso cumplir hasta la última tilde de la ley; por eso se acerca al templo para cumplir con todos las obligaciones que exigía la ley a la mujer que había dado a luz su primogénito.

Este misterio, como los demás de la vida de Cristo, entraña un significado salvífico y espiritual.

Desde los primeros siglos, la Iglesia ha enseñado que en el ofrecimiento de Cristo en el templo también estaba incluido el ofrecimiento de María. En esta fiesta de la purificación de María se confirma de nuevo su sí incondicional dado en la Anunciación: “fiat” y la aceptación del querer de Dios, así como la participación a la obra redentora de su hijo. Se puede, pues, afirmar que María ofreciendo al Hijo, se ofrece también a sí misma.

María hace este ofrecimiento con el mismo Espíritu de humildad con el que había prometido a Dios, desde el primer momento, cumplir su voluntad: “he aquí la esclava del Señor”.

Aunque la Iglesia, al recoger este ejemplo de María, lo refiere fundamentalmente a la donación de las almas consagradas, sin embargo, tiene también su aplicación para todo cristiano. El cristiano es, por el bautismo, un consagrado, un ofrecido a Dios. “Sois linaje escogido, sacerdocio regio y nación santa” (1Pe 2, 9). Más aún, la presencia de Dios por la gracia nos convierte en templos de la Trinidad: pertenecemos a Dios.

La festividad debe recordarnos la decisión de cumplir la voluntad de Dios con Espíritu de humildad: somos creaturas de Dios y nuestra santificación depende de la perfección con que cumplamos su santa voluntad. (Cfr 1Ts 4, 3).

Conforme al mandato de la ley y a la narración del evangelio, pasados cuarenta días del nacimiento de Jesús, el Señor es presentado en el templo por sus padres. Están presentes en el templo una virgen y una madre, pero no de cualquier criatura, sino de Dios. Se presenta a un niño, lo establecido por la ley, pero no para purificarlo de una culpa, sino para anunciar abiertamente el misterio.

Todos los fieles saben que la madre del Redentor desde su nacimiento no había contraído mancha alguna por la que debiera de purificarse. No había concebido de modo carnal, sino de forma virginal....

El evangelista, al narrarnos el hecho, presenta a la Virgen como Madre obediente a la ley. Era comprensible y no nos debe de maravillar que la madre observara la ley, porque su hijo había venido no para abolir la ley, sino darle cumplimiento. Ella sabía muy bien cómo lo había engendrado y cómo lo había dado a luz y quien era el que lo había engendrado. Pero, observando la ley común, esperó el día de la purificación y así ocultó la dignidad del hijo.


¿Quién crees, oh Madre, que pueda describir tu particular sujeción? ¿Quién podrá describir tus sentimientos? Por una parte, contemplas a un niño pequeño que tu has engendrado y por otra descubres la inmensidad de Dios. Por una parte, contemplamos una criatura, por otra al Creador. (Ambrosio Autperto, siglo VIII, homilía en la purificación de Santa María).

¡Oh tú, Virgen María, que has subido al cielo y has entrado en lo más profundo del templo divino! Dígnate bendecir, oh Madre de Dios, toda la tierra. Concédenos, por tu intercesión un tiempo que sea saludable y pacífico y tranquilidad a tu Iglesia; concédenos pureza y firmeza en la fe; aparta a nuestros enemigos y protege a todo el pueblo cristiano. Amén. (Teodoro Estudita, siglo VIII)


Meditación del Papa Juan Pablo II Presentación de Jesús en el Templo Audiencia General del miércoles 20 de junio de de 1990.
Autor: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

La Presentación de Jesús en el Templo

El relato de este hermoso hecho lo podemos leer en San Lucas, Capítulo 2, vs. 22-39.

La Ley de Moisés mandaba que a los 40 días de nacido un niño fuera presentado en el templo. Hoy dos de febrero se cumplen los 40 días, contando desde el 25 de diciembre, fecha en la que celebramos el nacimiento de Jesús.

Los católicos hemos tenido la hermosa costumbre de llevar los niños al templo para presentarlos ante Nuestro Señor y la Santísima Virgen. Esta es una costumbre que tiene sus raíces en la Santa Biblia. Cuando hacemos la presentación de nuestros niños en el templo, estamos recordando lo que José y María hicieron con el Niño Jesús.

La Ley de Moisés mandaba que el hijo mayor de cada hogar, o sea el primogénito, le pertenecía a Nuestro Señor y que había que rescatarlo pagando por él una limosna en el templo. Esto lo hicieron María y José.

Por mandato del Libro Sagrado, al presentar un niño en el templo había que llevar un cordero y una paloma y ofrecerlos en sacrificio al Señor (el cordero y la paloma son dos animalitos inofensivos e inocentes y su sangre se ofrecía por los pecados de los que sí somos ofensivos y no somos inocentes. Jesús no necesitaba ofrecer este sacrificio, pero quiso que se ofreciera porque El venía a obedecer humildemente a las Santas Leyes del Señor y a ser semejante en todo a nosotros, menos en el pecado).

La Ley decía que si los papás eran muy pobres podían reemplazar el cordero por unas palomitas. María y José, que eran muy pobres, ofrecieron dos palomitas en sacrificio el día de la Presentación del Niño Jesús.

En la puerta del templo estaba un sacerdote, el cual recibía a los padres y al niño y hacía la oración de presentación del pequeño infante al Señor.

En aquel momento hizo su aparición un personaje muy especial. Su nombre era Simeón. Era un hombre inspirado en el Espíritu Santo. Es interesante constatar que en tres renglones, San Lucas nombra tres veces al Espíritu Santo al hablar de Simeón. Se nota que el Divino Espíritu guiaba a este hombre de Dios.

El Espíritu Santo había prometido a Simeón que no se moriría sin ver al Salvador del mundo, y ahora al llegar esta pareja de jóvenes esposos con su hijito al templo, el Espíritu Santo le hizo saber al profeta que aquel pequeño niño era el Salvador y Redentor.

Simeón emocionado pidió a la Sma. Virgen que le dejara tomar por unos momentos al Niño Jesús en sus brazos y levantándolo hacia el cielo proclamó en voz alta dos noticias: una buena y otra triste.

La noticia buena fue la siguiente: que este Niño será iluminador de todas las naciones y que muchísimos se irán en favor de él, como en una batalla los soldados fieles en favor de su bandera. Y esto se ha cumplido muy bien. Jesús ha sido el iluminador de todas las naciones del mundo. Una sola frase de Jesús trae más sabiduría que todas las enseñanza de los filósofos. Una sola enseñanza de Jesús ayuda más para ser santo que todos los consejos de los psicólogos.

La noticia triste fue: que muchos rechazarán a Jesús (como en una batalla los enemigos atacan la bandera del adversario) y que por causa de Jesús la Virgen Santísima tendría que sufrir de tal manera como si una espada afilada le atravesara el corazón. Ya pronto comenzarán esos sufrimientos con la huida a Egipto. Después vendrá el sufrimiento de la pérdida del niño a los 12 años, y más tarde en el Calvario la Virgen padecerá el atroz martirio de ver morir a su hijo, asesinado ante sus propios ojos, sin poder ayudarlo ni lograr calmar sus crueles dolores.

Y Jesús ha llegado a ser como una bandera en una batalla: los amigos lo aclaman gritando "hosanna", y los enemigos lo atacan diciendo "crucifícale". Y así ha sido y será en todos los siglos. Y cada vez que pecamos lo tratamos a El como si fuéramos sus enemigos, pero cada vez que nos esforzamos por portarnos bien y cumplir sus mandatos, nos comportamos como buenos amigos suyos.

Después de este interesante hecho de la Presentación de Jesús en el templo, la Virgen María meditaba y pensaba seriamente en todo esto que había escuchado.

Ojalá también nosotros pensemos, meditemos y saquemos lecciones de estos hechos tan importantes.

Fuente: EWTN

lunes, 1 de febrero de 2010

Cuando se pierde un alma

Dios tiene modos de hablarnos, sutiles, diálogos inefables que sólo el alma que los experimenta puede comprender. Todos podemos tener esos diálogos, sin palabras, con sentimientos que el Señor inspira en nuestro corazón. Hoy creí tener uno de esos diálogos mientras asistía a la Misa dominical. A veces se siente muy fuerte nuestra asistencia a Misa, más que otras, y hoy fue uno de esos días en que el Señor me tenía absorbido en meditaciones profundas. Le pedía perdón o le agradecía, le pedía ayuda o simplemente me dejaba acariciar por Sus suaves manos, que tocan el alma.

Así, mientras se cantaba el Santo antes de la Consagración, tenía los ojos cerrados y disfrutaba del momento que se aproximaba. De repente el sacerdote interrumpe el canto y la Misa, abro los ojos y veo a una madre desesperada junto a él. El sacerdote nos dijo a todos que esa madre buscaba a su niño de dos años, perdido. Ví en esos ojos, en ese gesto, el dolor y la preocupación. ¡Su hijo estaba perdido! En medio de una iglesia atestada de público, ella pensaba que quizás alguien se lo había llevado, quien sabe donde. ¡Mi niño, donde está mi niño!, gritaba desde lo más profundo de su corazón. De inmediato una mano se alzó entre la multitud, la madre corrió y pasó junto a nosotros con el niño en brazos. La odisea, breve dolor de madre angustiada, había terminado.

Todo culminó tan rápido como se había iniciado. Más sin embargo, yo supe de inmediato lo que Jesús quería decir a mi alma: esa madre me mostró cuan fuerte es el sentimiento de protección de un hijo, cuanta fuerza emana de una mujer que supo llevar en su vientre al que ahora esté perdido. El pensamiento estalló en mi interior como un rayo, porque el amor de esa madre, amor imperfecto de criatura, no puede compararse al Amor de Dios por cada uno de nosotros. Dios, infinito y eterno en Su Amor, Amor perfecto y puro, tiene un Corazón que ama mucho más intensamente que el de aquella madre, o el de cualquier otra madre. Pude ver en un instante el dolor que Dios siente cuando un alma, cualquiera sea, se pierde. El también estalla de dolor y horror cuando uno de nosotros se pierde, cuando nuestra alma se aparta de El rumbo a la oscuridad.

Jesús te ama, tú lo sabes bien. El te mira y desea que estés en Sus Brazos, abrazo espiritual que protege y alimenta. Cuando entregas tu alma al pecado, a la caída al fondo de los fosos insondables de la oscuridad espiritual, El quisiera detener todo lo que ocurre, interrumpir el curso de la historia. Que alguien levante sus brazos y diga: “aquí está, conmigo, no te preocupes Señor”. Pero no es así en el caso de nuestro abandono de Su protección, no hay brazos que se eleven, no hay quien te devuelva al nido de amor que El te ofrece. Jesús puede llamarte, gritarte a través de la prosperidad, o del dolor, o a través del envío de Sus mensajeros de amor, o con suaves caricias a tu corazón. Es tu alma la que debe optar, porque así es la Ley que El nos ha dado. Ley de libre albedrío, del ejercicio de nuestra propia voluntad.
No hay modo de que el Señor te recoja nuevamente, si no eres tú el que torne la mirada hacia Su Rostro y le pida abrir Sus Brazos para volver ansioso a pedir perdón por el abandono. Como aquella madre que desesperada buscó y buscó a su hijo en medio de la multitud, así es que Jesús te llama y te invita a volver. Me dirás que tú tienes a Jesús en tu corazón, pero yo creo que las paredes del mundo se interponen a menudo entre tú y El. Ni siquiera los más grandes santos han sido capaces de estar con Jesús a tiempo completo, por lo que tú no puedes pretender ser totalmente fiel al Señor.

Nuestra vida debe ser un permanente buscar a Jesús, porque para El también es una búsqueda permanente de nuestra alma. Jesús nos busca, como esa madre en la iglesia, en medio de la multitud del mundo. Es una búsqueda que tiene que funcionar en dos sentidos. Desde el Señor, está garantizada, pero desde nosotros, es un interrogante de vida completa, un desafío diario. El Señor está allí, esperando que corramos a Sus Brazos. Por cada uno de nosotros, sin excepción, El lucha, busca. Nosotros, a veces lo recordamos, otras lo ignoramos, muchas veces lo traicionamos. Pero, ¿cuando estamos más felices que al estar en Sus Brazos, seguros de Su amistad?
 
Autor: Oscar Schmidt | Fuente:www.reinadelcielo.org