Es bueno y merece la pena que, en estos tiempos de manifiesta y difícil crisis vocacional, se nos llame y provoque, se nos invite a la generosidad y a la entrega, a darse, a compartir y entregar la vida, como María, Madre Inmaculada y Señora nuestra, a vivir la vida como vocación, a escuchar la llamada de Dios y responder con la entrega de nuestra vida.
Nuestra vocación no es sólo nuestra vocación, es nuestra vocación en la Iglesia y es una llamada de la Iglesia .Se trata del pasaje sacado de los Hechos de los Apóstoles, libro que algunos llaman muy justamente el Evangelio del Espíritu Santo: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos" (Hechos 1,8).
El Señor os lo dice a vosotros ahora. Sidney hizo redescubrir a muchos jóvenes la importancia del Espíritu Santo, en nuestra vida, en la vida del cristiano. El Espíritu nos pone en contacto íntimo con Dios, en quien se encuentra la fuente de toda auténtica riqueza humana.
Todos buscáis amar y ser amados.
Tenéis que volver a Dios para aprender a amar y para tener la fuerza de amar. El Espíritu, que es Amor, puede abrir vuestros corazones para recibir el don del amor auténtico. ¡Todos buscáis la verdad y queréis vivirla, vivir realmente!.
Cristo es esta verdad. Él es el único Camino, la única Verdad y la verdadera Vida.
Seguir a Cristo significa realmente "remar mar a dentro", como dicen varias veces los Salmos. El camino de la Verdad es uno y al mismo tiempo múltiple, según los diversos carismas, como la Verdad es una y al mismo tiempo de una riqueza inagotable. Confiad en el Espíritu Santo para descubrir a Cristo. El Espíritu es el guía necesario de la oración, el alma de nuestra esperanza y el manantial de la genuina alegría.Para ahondar en estas verdades de fe, os invito a meditar en la grandeza del sacramento de la Confirmación que habéis recibido y que os introduce en una vida de fe adulta. Es urgente comprender cada vez mejor este sacramento para comprobar la calidad y la hondura de vuestra fe y para robustecerla. El Espíritu Santo os acerca al misterio de Dios y os hace comprender quién es Dios. Os invita a ver en el prójimo al hermano que Dios os ha dado para vivir en comunión con él, humana y espiritualmente, para vivir, por tanto, como Iglesia. Al revelaros quién es Cristo muerto y resucitado por nosotros, nos impulsa a dar testimonio de Él. Estáis en la edad de la generosidad. Es urgente hablar de Cristo a vuestro alrededor, a vuestras familias y amigos, en vuestros lugares de estudio, de trabajo o de ocio. No tengáis miedo.
Tened "la valentía de vivir el Evangelio y la audacia de proclamarlo" (Mensaje a los jóvenes del mundo, 20 de julio de 2007).
Os aliento, pues, a tener las palabras justas para anunciar a Dios a vuestro alrededor, respaldando vuestro testimonio con la fuerza del Espíritu suplicada en la plegaria.
Llevad la Buena Noticia a los jóvenes de vuestra edad y también a los otros. Ellos conocen las turbulencias de la afectividad, la preocupación y la incertidumbre con respecto al trabajo y a los estudios.
Afrontan sufrimientos y tienen experiencia de alegrías únicas. Dad testimonio de Dios, porque, en cuanto jóvenes, formáis parte plenamente de la comunidad católica en virtud de vuestro Bautismo y por la común profesión de fe (cf. Ef 4,5). Quiero deciros que la Iglesia confía en vosotros.
Fuente: http://tumehasllamadojesus.blogspot.com
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