Los “Salmos” son al mismo tiempo poemas religiosos y plegarias. El verbo “Zimmer”, típico en el lenguaje bíblico de los salmos quiere decir: “tocar música / tocar un instrumento / cantar”. Los salmos hacen referencia ante todo una expresión musical.
Al conjunto de cantos acompañados por instrumentos se lo llamó en un principio “Salterio” y más recientemente: “El Libro de los Salmos”.
Los israelitas desde sus comienzos, han cultivado el canto y la poesía. La biblia nos muestra tanto el antiguo como el nuevo testamento poemas y cánticos de una extraordinaria belleza. El “Libro de los Salmos” es un verdadero tesoro del canto y la poesía de Israel.
Una antigua tradición judía sugiere a David como autor de la mayor parte de los salmos. Esto se fundamenta en los pasajes bíblicos que atribuyen a David un especial talento para la música y la poesía: (1 Sam 16,16-17.23 ; 2 Sam 23,1). Sin embargo la variedad de estilos y las referencias a distintos acontecimientos históricos demuestran que no se trata de la obra de un solo autor ni el resultado de una sola época.
En realidad el “salterio” es el libro de oración que los israelitas fueron componiendo a lo largo de varios siglos para dialogar con Dios. A través de 150 poemas religiosos nos llegan experiencias profundas de vida: triunfos y fracasos, rebeldías y arrepentimientos; alabanzas, adoración y acción de gracias; y también el clamor y la súplica que brotan de la enfermedad, la injusticia, la persecución y el destierro.
Al conjunto de los salmos en hebreo se lo denomina “Tehil-lim”, que se puede traducir como “Himnos” o “Cantos de Alabanza”. Si bien este nombre se adapta muy bien a un buen grupo de Salmos no se deben dejar de considerar otros dos grupos importantes que son los de “Súplica” y los de “Acción de gracias”.
Los “Himnos” expresan la alabanza gozosa del pueblo creyente frente a la grandeza y a la bondad de Dios. Las “Súplicas” responden a la necesidad de apelar confiadamente a la misericordia divina en los momentos de necesidad. Por último los “Cantos de acción de Gracias” expresan el reconocimiento de la ayuda recibida del Señor. Lo propio de estos salmos es el relato de los sufrimientos padecidos y la solemne proclamación de los beneficios alcanzados.
Pero aún en tan variados temas se advierte en el desarrollo de muchos salmos y del salterio en general un movimiento ascendente de alabanza que desemboca admirablemente en los tres últimos salmos (148, 149 y 150).
Los salmos nunca pasarán de moda. En primer lugar porque la “Palabra de Dios” es siempre actual, en segundo lugar porque al igual que los primeros cristianos seguimos el ejemplo de Cristo. Los salmos lo acompañaron a lo largo de su vida: es justamente un salmo el que expresa el sentido de su misión al venir al mundo: “Aquí estoy, he venido como está escrito en la ley: para hacer tu voluntad” (Sal 40,8-9). En diversos pasajes del nuevo testamento se nos muestra la oración frecuente de Jesús con los salmos. Desde niño junto a María y José aprendió a cantar los salmos en sus peregrinaciones a Jerusalén mucho antes de su ministerio público. Así leemos en el evangelio de Lucas: “Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años subieron como de costumbre” (Lc 2,41-42).
En la última cena entonó los salmos que recitaban los judíos al celebrar la cena pascual: “Después del canto de los salmos, salieron hacia el monte del los Olivos” (Mt 26,30). Y en la cruz recurrió una vez más al salterio para expresar su dolor y su abandono confiado en las manos del Padre: “Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?” ( Sal 22,2) (Mt 27,46).
Los salmos tienen un valor incalculable. Son por excelencia la oración del Antiguo Testamento, inspirados por Dios mismo para que le expresemos nuestros sentimientos. Fueron recitados por María, los apóstoles, los mártires y los primeros cristianos. La Iglesia católica ha hecho de ellos sin cambiarlos su oración oficial.
Los salmos con sus súplicas, gritos, alabanzas y acciones de gracias tienen un eco universal porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar frente a Dios.
La Nueva Alianza sin cambiar la palabras ha dado plenitud al sentido de los salmos. Alaba y bendice a Dios por haber rescatado a la humanidad con la sangre de su hijo y haber enviado al Espíritu Santo. Los salmos ven coronadas todas las expectativas en Cristo: El Mesías ha venido, reina entre las naciones y todos los pueblos son llamados a alabarlo.
Los salmos son 150 pero hay dos maneras de numerarlos. La biblia hebrea se adelanta en una unidad a la versiones griega y latina que unen el salmo 9 con el 10 y el 114 con el 115 ; pero divide el 116 y el 147. En el presente estudio utilizaremos la numeración hebrea.
Fuente: http://www.adoremosalquevive.com
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