Puerto Iguazú (Misiones), 5 Mar. 10 (AICA) “La Transfiguración es el preludio de la Resurrección del Señor y garantía de la nuestra”, aseguró monseñor Marcelo Raúl Martorell, obispo de Puerto Iguazú, en su reflexión del fin de semana.
Tras señalar que sobre el Tabor, una vez más, “se muestra Dios ante los hombres a quienes presenta a su Hijo muy amado”, recordó que “todos los signos de Dios están aquí presentes: la nube, la montaña, el resplandor…Es el cara a cara del Creador y de su criatura, el encuentro del cielo y de la tierra, de Dios con el hombre. Y el acontecimiento mucho más profundo: el del Padre con su Hijo Jesucristo.
“Jesús permite que -por un momento- su divinidad y gloria resplandezcan a través de las apariencias humanas y así se presenta a sus discípulos y a nosotros como realmente es: ‘resplandor de la gloria del Padre, imagen de su sustancia’”, subrayó.
Al referirse a las figuras de Moisés y Elías, que aparecen junto a Jesús (“Moisés que representa la Ley y Elías a los Profetas”), explicó que “la presencia de estos personajes históricos muestran la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La transfiguración habla de los sufrimientos que Jesús tendrá que padecer y de su partida que estaba por suceder en Jerusalén. Lo mismo que Moisés y Elías, que en sus persecuciones habían sufrido por causa de Dios; también tendrá que padecerlas Jesús. Gloria y dolor, contrapuestos entre sí se mezclan en la visión, pero que son contrastantes del único misterio pascual de Cristo; muerte y resurrección, cruz y gloria”.
Por último, el obispo afirmó que Jesús “transfigurará también nuestro frágil cuerpo en un cuerpo glorioso como el suyo”. Explicó que “la transfiguración del cristiano será solamente plena en la vida eterna, pero ya ha comenzado aquí en la tierra, por medio del bautismo”, porque “el Señor nos da la gracia para caminar en la tierra con el corazón puesto en las cosas de Dios, aceptando llevar en nuestro corazón la Cruz del Señor a través de tantas vicisitudes de la vida, sufrimientos, injusticias, dolor y muerte. Pero detrás de ellas está el gozo de la resurrección”.
Tras señalar que sobre el Tabor, una vez más, “se muestra Dios ante los hombres a quienes presenta a su Hijo muy amado”, recordó que “todos los signos de Dios están aquí presentes: la nube, la montaña, el resplandor…Es el cara a cara del Creador y de su criatura, el encuentro del cielo y de la tierra, de Dios con el hombre. Y el acontecimiento mucho más profundo: el del Padre con su Hijo Jesucristo.
“Jesús permite que -por un momento- su divinidad y gloria resplandezcan a través de las apariencias humanas y así se presenta a sus discípulos y a nosotros como realmente es: ‘resplandor de la gloria del Padre, imagen de su sustancia’”, subrayó.
Al referirse a las figuras de Moisés y Elías, que aparecen junto a Jesús (“Moisés que representa la Ley y Elías a los Profetas”), explicó que “la presencia de estos personajes históricos muestran la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. La transfiguración habla de los sufrimientos que Jesús tendrá que padecer y de su partida que estaba por suceder en Jerusalén. Lo mismo que Moisés y Elías, que en sus persecuciones habían sufrido por causa de Dios; también tendrá que padecerlas Jesús. Gloria y dolor, contrapuestos entre sí se mezclan en la visión, pero que son contrastantes del único misterio pascual de Cristo; muerte y resurrección, cruz y gloria”.
Por último, el obispo afirmó que Jesús “transfigurará también nuestro frágil cuerpo en un cuerpo glorioso como el suyo”. Explicó que “la transfiguración del cristiano será solamente plena en la vida eterna, pero ya ha comenzado aquí en la tierra, por medio del bautismo”, porque “el Señor nos da la gracia para caminar en la tierra con el corazón puesto en las cosas de Dios, aceptando llevar en nuestro corazón la Cruz del Señor a través de tantas vicisitudes de la vida, sufrimientos, injusticias, dolor y muerte. Pero detrás de ellas está el gozo de la resurrección”.
Fuente: AICA
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