Avellaneda (Buenos Aires), 22 Feb. 10 (AICA) “Muchas veces, no hacemos caso del peligro de la tentación porque no lo advertimos. En este mundo que estamos viviendo, pareciera que todo lo que uno siente o se le antoja, todos los caprichos, todo lo que se le ocurra, está permitido y no tiene ninguna otra valoración. Sin embargo, ahí esta el peligro más grande”, dijo monseñor Rubén Oscar Frassia, obispo de Avellaneda-Lanús, al retomar las reflexiones radiales semanales, luego del receso de verano.
El prelado sostuvo que “el peligro es no pensar; no discernir; no reconocer el bien ante el mal; el no separarse de aquello que hace mal; pero el más grande de los peligros es confundir todas las cosas como si todo fuera igual”.
Subrayó que la Cuaresma “es un tiempo de conversión, de oración, de sacrificio, de ayuno y de acentuar la caridad” y pidió al Señor “darnos cuenta de que tenemos que tomar decisiones; pero para tomar decisiones hay que pensarlas y ejecutarlas en la vida. Tenemos que pasar por el crisol de la prueba y la conversión. Quien piensa que no tiene que cambiar, es un necio”.
Tras recordar que “todos tenemos que cambiar, porque todos somos pecadores”, indicó que por ese motivo, “la conversión personal es lo primero y principal”. Pero agregó: “Luego es necesaria la conversión pastoral; la conversión para hacer el bien en lo social. Estas son las actitudes que tienen que traducirse, no sólo en palabras, sino en gestos y en cosas profundas. Cosas que hagan bien, porque hacer el bien no significa entretener a la gente. Producir el bien no significa decirle a la gente que haga lo que quiera”.
En ese sentido, indicó que “en la Cuaresma tenemos que intensificar la oración para tomar actitudes nuevas, para cambiar las cosas que tenemos que cambiar; para modificar aquello que nosotros hacemos o hicimos mal; y para llamar las cosas por su nombre: el bien será siempre el bien; y el mal, aunque tenga apariencias de bien, siempre será el mal; la verdad es la verdad y la mentira será siempre mentira; la justicia será justicia y la injusticia siempre será injusticia”.
Fuente: AICA
El prelado sostuvo que “el peligro es no pensar; no discernir; no reconocer el bien ante el mal; el no separarse de aquello que hace mal; pero el más grande de los peligros es confundir todas las cosas como si todo fuera igual”.
Subrayó que la Cuaresma “es un tiempo de conversión, de oración, de sacrificio, de ayuno y de acentuar la caridad” y pidió al Señor “darnos cuenta de que tenemos que tomar decisiones; pero para tomar decisiones hay que pensarlas y ejecutarlas en la vida. Tenemos que pasar por el crisol de la prueba y la conversión. Quien piensa que no tiene que cambiar, es un necio”.
Tras recordar que “todos tenemos que cambiar, porque todos somos pecadores”, indicó que por ese motivo, “la conversión personal es lo primero y principal”. Pero agregó: “Luego es necesaria la conversión pastoral; la conversión para hacer el bien en lo social. Estas son las actitudes que tienen que traducirse, no sólo en palabras, sino en gestos y en cosas profundas. Cosas que hagan bien, porque hacer el bien no significa entretener a la gente. Producir el bien no significa decirle a la gente que haga lo que quiera”.
En ese sentido, indicó que “en la Cuaresma tenemos que intensificar la oración para tomar actitudes nuevas, para cambiar las cosas que tenemos que cambiar; para modificar aquello que nosotros hacemos o hicimos mal; y para llamar las cosas por su nombre: el bien será siempre el bien; y el mal, aunque tenga apariencias de bien, siempre será el mal; la verdad es la verdad y la mentira será siempre mentira; la justicia será justicia y la injusticia siempre será injusticia”.
Fuente: AICA
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