jueves, 28 de abril de 2011

El milagro de Juan Pablo II, testimonio de Marie Simon-Pierre

Roma (Italia), 28 Abr. 11 (AICA) La curación, científicamente inexplicable según una comisión de científicos, del Parkinson que padecía la hermana Marie Simon-Pierre, religiosa de la Congregación de las Hermanitas de las Maternidades Católicas, nacida en 1961 en Rumilly-en-Cambrésis, es el milagro que permitió la beatificación de Juan Pablo II, que tendrá lugar el 1 de mayo. La misma hermana Simon-Pierre relata su experiencia.

Testimonio de la Hermana Marie Simon-Pierre

“En junio de 2001 me diagnosticaron que padecía el Mal de Parkinson. La enfermedad había afectado toda la parte izquierda del cuerpo creándome graves dificultades pues soy zurda. Después de tres años, a la fase inicial de la enfermedad, lenta pero progresiva, siguió un agravamiento de los síntomas: acentuación de los temblores, rigidez, dolores, insomnio.

Desde el 2 de abril de 2005 empecé a empeorar de semana en semana, desmejoraba de día en día, no era capaz de escribir (repito que soy zurda) y si lo intentaba, lo que escribía era ininteligible. Podía conducir sólo en recorridos breves, porque la pierna izquierda se bloqueaba a veces y la rigidez habría impedido el conducir. Para llevar a cabo mi trabajo, en un hospital, empleaba más tiempo del normal. Estaba agotada.

Después de saber el diagnóstico, me resultaba difícil ver a Juan Pablo II en la televisión. Me sentía, sin embargo, muy cercana a él en la oración y sabía que él podía entender lo que yo vivía. Admiraba también su fuerza y su valor, que me estimulaban para no rendirme y para amar este sufrimiento, porque sin amor no tenía sentido todo esto. Puedo decir que era una lucha diaria, pero mi único deseo era vivirla con fe y en la adhesión amorosa a la voluntad del Padre.

En la Pascua de 2005 deseaba ver a nuestro Santo Padre en la televisión porque sabía, en mi interior, que sería la última vez. Me preparé durante toda la mañana a aquel "encuentro" sabiendo que sería muy difícil para mí, pues me haría ver cómo me encontraría yo de ahí a algún año. Me resultaba aún más duro siendo relativamente joven. Un servicio inesperado, sin embargo, me impidió verlo.

En la tarde del 2 de abril nos reunimos toda la comunidad para participar en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro, retransmitida en directo por la televisión francesa. Todas juntas escuchamos el anuncio del fallecimiento de Juan Pablo II; en ese momento, se me cayó el mundo encima, había perdido al amigo que me entendía y que me daba la fuerza para seguir adelante. En los días siguientes, tenía la sensación de un vacío enorme, pero también la certeza de su presencia viva.

El 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el papa Benedicto XVI anunciaba la dispensa especial para iniciar la causa de beatificación de Juan Pablo II. A partir del día siguiente, las hermanas de todas las comunidades francesas y africanas empiezan a pedir mi curación por intercesión de Juan Pablo II. Rezan incesantemente hasta que les llega la noticia de la curación.

En ese período estaba de vacaciones. El 26 de mayo, terminado el tiempo de descanso, vuelvo totalmente agotada por la enfermedad. "Si crees, verás la gloria de Dios": esta frase del Evangelio de san Juan me acompañaba desde el 14 de mayo.

El 1 de junio ya no podía más, luchaba por mantenerme de pie y caminar.

El 2, por la tarde, fui a buscar a mi superiora para pedirle si podía dejar el trabajo. Ella me animó a resistir un poco más hasta mi vuelta de Lourdes, en agosto, y añadió: "Juan Pablo II no ha dicho aún su última palabra" (Juan Pablo II estaba seguramente allí, en aquel encuentro que transcurrió sereno y en paz). Después, la madre superiora me dio una pluma y me dijo que escribiera: "Juan Pablo II". Eran las 5 de la tarde. Con esfuerzo escribí: "Juan Pablo II". Nos quedamos en silencio ante la letra ilegible. Después, la jornada continuó como de costumbre.

Al terminar la oración de la tarde, a las 9 de la noche, pasé por mi despacho antes de ir a mi habitación. Sentía el deseo de tomar la pluma y escribir, algo así como si alguien en mi interior me dijese: "Toma la pluma y escribe". Eran las 9.30-9.45 de la noche. Con gran sorpresa vi que la letra era claramente legible: sin comprender nada, me acosté. Habían pasado exactamente dos meses desde la partida de Juan Pablo II a la Casa del Padre... Me desperté a las 4.30 sorprendida de haber podido dormir y de un salto me levanté de la cama: mi cuerpo ya no estaba insensible, rígido, e interiormente no era la misma.

Después, sentí una llamada interior y el fuerte impulso de ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé al oratorio y recé ante el Santísimo. Experimenté una profunda paz y una sensación de bienestar; una experiencia demasiado grande, un misterio difícil de explicar con palabras.

Después, ante el Santísimo Sacramento, medité sobre los misterios de luz de Juan Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para reunirme con las hermanas en la capilla para un rato de oración, al que siguió la celebración eucarística.

Tenía que recorrer cerca de 50 metros y en aquel mismo momento me di cuenta de que, mientras caminaba, mi brazo izquierdo se movía, no permanecía inmóvil junto al cuerpo. Sentía también una ligereza y agilidad física que no sentía desde hacía tiempo.

Durante la celebración eucarística estaba llena de alegría y de paz; era el 3 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de la santa misa, estaba segura de mi curación, mi mano no temblaba más. Fui otra vez a escribir y al mediodía dejé de tomar las medicinas.

El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo, mi médico desde hacía cuatro años. También él quedó sorprendido al constatar la desaparición de todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de haber interrumpido el tratamiento desde hacía cinco días. El día después, la superiora general confió a todas nuestras comunidades la acción de gracias y toda la congregación comenzó una novena en acción de gracias a Juan Pablo II.

Han pasado ya diez meses desde que interrumpí todo tipo de tratamiento. He vuelto a trabajar normalmente, no tengo dificultad para escribir y conduzco también en recorridos largos. Me parece como si hubiese renacido: una vida nueva, porque nada es igual que antes.

Hoy puedo decir que un amigo dejó nuestra tierra, pero está ahora mucho más cerca de mi corazón. Hizo crecer en mí el deseo de la adoración al Santísimo Sacramento y el amor a la Eucaristía, que ocupan un puesto prioritario en mi vida cotidiana.

Lo que el Señor me concedió por intercesión de Juan Pablo II es un gran misterio difícil de explicar con palabras, algo muy grande y profundo. Pero nada hay imposible para Dios. Sí, "si crees, verás la gloria de Dios".



Fuente: AICA

miércoles, 27 de abril de 2011

Unos mil anglicanos regresaron a la Iglesia católica

Londres (Inglaterra), 26 Abr. 11 (AICA) Unos mil anglicanos fueron recibidos en la plena comunión con la Iglesia católica durante esta Semana Santa, en diferentes celebraciones y lugares organizados por el ordinariato personal de Nuestra Señora de Walsingham, una especie de diócesis sin territorio creado por Benedicto XVI en Inglaterra y Gales para la recepción y atención espiritual de estos fieles.

Los fieles anglicanos que ingresaron a la Iglesia Católica, informa la Agencia Zenit, pertenecen a unas treinta comunidades, y fueron recibidos en la Iglesia católica por alguno de los tres antiguos obispos, que ahora fueron ordenados sacerdotes católicos, ellos son: monseñor Keith Newton, superior del ordinariato personal; y los monseñores John Broadhurst, antiguo obispo de Fulham, y Andrew Burnham, antiguo obispo de Ebbsfleet.

Esta es considerada una etapa decisiva, en la respuesta del Papa a las peticiones de anglicanos de regresar a la Iglesia católica en comunidades, prevista por la constitución apostólica Anglicanorum coetibus.

En una de las celebraciones, en el Oratorio de Oxford, monseñor Burnham, haciendo referencia al número de fieles que ingresaban a la Iglesia, expresaba en su homilía, volviendo la mirada a la primera Pascua donde el número de las personas que se convirtieron en esa ocasión era todavía mucho menor a la de ellos, "San Pablo dice con gran entusiasmo que quinientas personas vieron al Señor resucitado. Pero incluso ese número es la mitad del número de los que han regresado a la Iglesia católica a causa de Anglicanorum cœtibus".

Yo no quiero hacer incapié esta noche sobre el número ni la influencia de los anglicanos entrantes. Pido a Dios que eso no nos desvíe del carácter de mutuo intercambio de dones espirituales de nuestros respectivos patrimonios que servirá para enriquecernos a todos, como el Papa Benedicto XVI lo dijo que “de hecho debe ser un enriquecimiento mutuo”. Rezo para que los grupos de ex anglicanos, puedan crecer y desarrollarse dentro de la tierra fértil de la Iglesia Católica”.

Para mayor información se puede visitar la página web del Ordinariato: www.ordinariate.org.uk.

Fuente: AICA

lunes, 18 de abril de 2011

Benedicto XVI: La santidad al alcance de todos

Durante la audiencia general de este miércoles 13 de abril, Benedicto XVI, finalizó el ciclo de catequesis que venía desarrollando sobre los santos describiendo qué es la santidad. Según dijo el Santo Padre, ser santos no consiste en realizar acciones extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer propias sus actitudes, sus pensamientos y sus comportamientos".

El Papa habló sobre la llamada universal a la santidad, asegurando que "todos estamos llamados a la santidad" y señaló que “una vida santa no es sólo fruto de un esfuerzo personal, sino también de la acción del Espíritu del Señor Resucitado, que desde el interior comunica y transforma”.

Benedicto XVI explicó que para ser santos es imprescindible desarrollar durante toda la vida la virtud de la caridad y dijo que es fundamental recibir frecuentemente los sacramentos, “Para que esta caridad crezca en el alma y fructifique en cada fiel se debe escuchar con gusto la Palabra de Dios y, con la ayuda de su gracia, cumplir su voluntad, participar con frecuencia de los sacramentos, apoyándose en la oración, en el abnegado servicio a los hermanos y en la práctica de cada una de las virtudes”, dijo el Papa.

Finalizó el Pontífice recordando que que los santos son un modelo para ayudarnos a llegar al Cielo.
 
Fuente: AICA

jueves, 7 de abril de 2011

Miedo al Maligno

“Ni cogeré las flores
ni temeré las fieras
y pasaré los fuertes y fronteras”

 
A los demonios, que es el segundo enemigo, llama fuertes, porque ellos con grande fuerza procuran tomar el paso de este camino, y porque también sus tentaciones y astucias son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne, y porque también se fortalecen de estos otros dos enemigos, mundo y carne, para hacer al alma fuerte guerra (San Juan de la Cruz, CB 3,9).

El demonio ronda siempre buscando a quién devorar. Sus acometidas son temibles y hay que hacerse fuerte en esta pelea. El Maligno a las almas mediocres o tibias no les hace nada, porque ellas nada bueno ni malo hacen, sirven para poco. Pero quien quiera amar a Cristo y que Él lo sea todo, quien quiera seguirle y entregarse a Él, encontrará la oposición del Maligno: incluso es buena señal de progreso interior ver sus ataques, por diferentes flacos y de diversas maneras.

Una primera forma de ataque: se reconoce su táctica y su huella cuando, sin razón, todo se vuelve adverso. El Maligno, que se aparta de la Verdad y de la razón, es completamente ilógico e irracional. En sus ataques se ve su falta de lógica con tal de hacer daño al alma. Son, por ejemplo, circunstancias enrevesadas, malentendidos, tergiversaciones, medias verdades, rumores e infundios; y lo que antes era lineal, recto, esforzado, de pronto se tuerce sin razón de ser y sin que la persona haya hecho nada malo. Lo inextricable, lo que carece de razones, el cambio fortuito de personas que se produce con tanta rapidez que no se entiende, todo este mundo ilógico es un ataque del Maligno.
Y una segunda forma de ataque:


El Maligno plantea tentaciones, pero a medida en que el alma está más unida a Cristo, las tentaciones son más sutiles, más refinadas. Se disfrazan bajo capa de bien, el ángel de las tinieblas se disfraza de ángel de luz. Son pensamientos que nos llevan a algo aparentemente bueno, pero que no es la voluntad de Dios sino que, en el fondo, nos aparta de la voluntad de Dios para caer en el capricho o en la veleidad. Son tentaciones sutiles donde uno se siente de pronto inclinado a realizar aquello que siente; pero, sabiendo esto, el discernimiento debe ser el modo normal de vivir. Hay que pasar por la criba de la oración y de la consulta si aquello que experimentamos o sentimos es una tentación o es una moción de Dios que llama a algo. Cuando viene de Dios, aunque se nos pida algo costoso o difícil, en el fondo del alma tenemos paz; pero aquello que se disfraza de bien, si lo analizamos, en el fondo del alma no deja paz sino inquietud y amargura, no hay certeza.


No coger las flores ni temer las fieras y pasar los fuertes y fronteras se podrá realizar en la medida en que hay un Amor mayor que es el de Jesucristo.

Quien ama a Cristo, quien se enamora de Él, afronta estas dificultades, supera estos retos. “Pero el alma bien enamorada, que estima a su Amado más que a todas las cosas, confiada del amor y favor de él, no tiene en mucho decir: Ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras” (CB 3,8). ¡El amor da alas al alma! Una sólida confianza en el Amado, ganada a base de oración y trato continuo con Él, nos permiten superar estos obstáculos.

Todo queda resumido así por san Juan de la Cruz:

Éste, pues, es el estilo que dice el alma en la dicha canción que le conviene tener para en este camino buscar a su Amado; el cual, en suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a coger las flores, y ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y fronteras, sólo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes (CB 3,10).

Fuente: http://corazoneucaristicodejesus.blogspot.com