martes, 29 de marzo de 2011

Bergoglio llamó a cuidar la vida desde el principio y a amar sin anestesias

Buenos Aires, MAR 25 (AICA): El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, consideró que en el Año de la Vida los cristianos deben preguntarse “cómo recibimos la vida, cómo la acompañamos, porque a veces no nos damos cuenta de lo que es la fragilidad de una vida”.

“Quizá no caigamos en la cuenta de los peligros que la vida de una persona desde niño, desde su concepción hasta su muerte, tiene que atravesar entonces la pregunta que yo quisiera hacerles hoy, mirando a María que acompaña la vida, es: ¿Sabemos acompañar la vida? La vida de nuestros chicos, de nuestros hijos y de los que no los son. ¿Sabemos ponerle a los chicos alicientes en su crecimiento? ¿Sabemos ponerles límites a su educación? ¿Y los chicos que no son nuestros, aquellos que –y perdonen la expresión- parecen los ‘chicos de nadie’ me preocupan a mi también?”, interpeló en la misa que precedió el Rosario por la Vida en la catedral metropolitana.

Ante un templo colmado de fieles, sobre todo familias, el purpurado porteño recordó que “en este Año de la Vida, el Papa quiere que veamos todo el curso de la vida, en cada paso esta María aquí. La que cuidó la vida desde el principio y la sigue cuidando en nosotros como Iglesia que está caminando. Lo peor que nos puede pasar es que carezcamos de amor para cuidar la vida y María es la mujer del amor. Si no hay amor no hay lugar para la vida”.

“Sin amor hay egoísmo y uno se enrosca para acariciarse a sí mismo. Amor le pedimos hoy a María para cuidar la vida. Amor y coraje. Alguno me podrá decir: ‘Pero Padre, en esta civilización mundial que parece apocalíptica, ¿cómo podremos llevar el amor en medio de tantas contradicciones y cuidar la vida hasta sus últimas consecuencias? El gran papa Pío XI dijo una frase muy dura: ‘Lo peor que nos pasa no son los factores negativos de la civilización sino lo peor que nos pasa es la somnolencia de los buenos’”.

Por último, el cardenal Bergoglio interrogó: “¿Tenés coraje para asumir este camino que asumió María de cuidar la vida desde el principio hasta el final? O ¿O estás somnoliento? Y si lo estás. ¿Qué es lo que te anestesia? Porque María no conocía anestesias al amor. Y hoy le pedimos a ella: ‘Madre, que amemos en serio, que no seamos somnolientos, y que no nos refugiemos en las mil y una anestesia que nos presenta esta civilización decadente’”.

Tras la celebración eucarística, se rezó un “Rosario por la vida”. Esta oración comenzó a rezarse el 25 de marzo de 2004 por iniciativa de un grupo de mujeres. La fecha se eligió en coincidencia con la fiesta religiosa de la Anunciación a María Virgen. La Iglesia recuerda esta jornada la presentación de la encíclica “El Evangelio de la Vida”, de Juan Pablo II (1995), y en el país, la fecha fue elegida desde 1998 como Día del Niño por Nacer.

El primero “Rosario por la vida” tuvo lugar en la plaza Pizzurno, frente al Ministerio de Educación, luego continuó en la parroquia Nuestra Señora del Pilar, del barrio porteño de Recoleta, y con el tiempo, la devoción mariana se extendió a otras diócesis para pedir el respeto de la vida naciente.

Los fieles que participaron de la misa y la oración en el templo porteño llevaron leche en polvo para bebés, que será donada a los hogares de madres solteras “Amparo Maternal” y “Nuestra Señora de Nazaret”.
 
Fuente. AICA

miércoles, 23 de marzo de 2011

La vida es una bendición, pese a situaciones adversas

Buenos Aires, 23 Mar. 11 (AICA) El Secretariado Nacional para la Familia recordó que “la vida humana -toda vida humana- es una bendición, nunca una maldición a pesar de las situaciones adversas, a veces extremas, en que se desarrolla”.

“No esta bueno -advirtió- oponer, como realidades antagónicas, a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente”.

En un comunicado titulado “La Luz de la Anunciación”, con motivo del Día del Niño por Nacer, que se celebra el 25 de marzo, el organismo dependiente de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, le dice NO al “espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un SÍ a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo”.

Texto del comunicado
Asociados con entusiasmo al “Año de la Vida” convocado por nuestros Obispos queremos celebrar, en ese marco, la fiesta de la Anunciación el viernes 25 de marzo, y desde la potente y amorosa luz que proyecta ese acontecimiento central de la Encarnación de nuestro Salvador en las entrañas puras de María, unirnos al cuidado delicado y tierno de la “vida por nacer”.

Algunos breves puntos de reflexión que nos conduzcan a rezar intensamente y a buscar modos adecuados y convincentes de revalorización de la persona como don sagrado de Dios.

− La vida humana –toda vida humana] es una bendición, nunca una maldición a pesar de las situaciones adversas, a veces extremas, en que se desarrolla.

− No es bueno oponer –como realidades antagónicas- a la vida de la madre la vida de su hijo o hija por nacer, porque en su sentido más verdadero y profundo, están llamadas a enriquecerse mutuamente.

− Un no al espejismo de redimir a la mujer-mamá, neutralizando la vida que lleva en su seno, debe estar inseparablemente unido a un sí a la urgencia de sostener y comprometerse con la mujer embarazada para ayudarla a superar su situación -a veces dramática- de soledad y desamparo.
Sólo el abrazo solidario y amoroso de su realidad alumbrará el triunfo de la vida: la de ellas y la de sus hijitos.

− Busquemos un suelo firme y común para asentar nuestra convivencia: el cuidado y la promoción de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Cuando rompemos voluntariamente ese hilo de oro conductor -sobre todo en sus tramos más finos- lastimamos fuertemente ese suelo común que nos sostiene en la convivencia fraterna.

− Como nunca en la historia de la humanidad la ciencia experimental nos señala cuando principia la vida humana, de modo original e irrepetible. Pero paradójicamente muchos tienden a negar la realidad del ser humano en el inicio de su gestación.

− No discriminemos según las etapas del desarrollo de la persona, fundamentalmente porque ello constituye una injusticia hacia los discriminados y porque, además, por ese camino será muy difícil hallar límites mañana a otros mecanismos de justificación de futuras discriminaciones al derecho primario de la vida.

− Nuestros niños y jóvenes necesitan, más que abundancia de palabras, testimonios de primera mano de personas que comprometen su existencia a favor de la vida humana, en todas sus etapas. Fundamentalmente del testimonio y el apoyo de sus papás. Por eso, fortalecer la familia hacia vínculos basados en la entrega amorosa y fecunda, es tarea de vital importancia para nuestra patria.

Que Jesús, María y José nos enseñen a respetar, cuidar y amar profundamente el don enorme y sagrado de la vida humana.
Fuente: AICA

miércoles, 9 de marzo de 2011

El comienzo de la Cuaresma: Miércoles de Ceniza

Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.

Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”

Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?

La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?

La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?

Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.

Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando? Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.

La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.

Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.

El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?

Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.

Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene que haber en cada instante en nuestra alma.

Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor. 
Autor: P. Cipriano Sánchez LC | Fuente: Catholic.net

jueves, 3 de marzo de 2011

Eucaristía y compromiso de caridad

La eucaristía tiene que ser fuente de caridad para con nuestros hermanos. Es decir, la eucaristía nos tiene que lanzar a todos a practicar la caridad con nuestros hermanos. Y esto por varios motivos.

¿Cuándo nos mandó Jesús “amaos los unos a los otros”, es decir, cuándo nos dejó su mandamiento nuevo, en qué contexto? En la Última Cena, cuando nos estaba dejando la eucaristía. Por tanto, tiene que haber una estrecha relación entre eucaristía y el compromiso de caridad.

En ese ámbito cálido del Cenáculo, mientras estaban cenando en intimidad y Jesús sacó de su corazón este hermoso regalo de la eucaristía, en ese ambiente fue cuando Jesús nos pidió amarnos. Esto quiere decir que la eucaristía nos une en fraternidad, nos congrega en una misma familia donde tiene que reinar la caridad.

Hay otro motivo de unión entre eucaristía y caridad. ¿Qué nos pide Jesús antes de poner nuestra ofrenda sobre el altar, es decir, antes de venir a la eucaristía y comulgar el Cuerpo del Señor? “Si te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene una queja contra ti, deja allí tu ofrenda, ante el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

Esto nos habla de la seriedad y la disposición interior con las que tenemos que acercarnos a la eucaristía. Con un corazón limpio, perdonador, lleno de misericordia y caridad. Aquí entra todo el campo de las injusticias, atropellos, calumnias, maltratos, rencores, malquerencias, resquemores, odios, murmuraciones. Antes de acercarnos a la eucaristía tenemos que limpiarnos interiormente en la confesión. Asegurarnos que nuestro corazón no debe nada a nadie en todos los sentidos.

En este motivo hay algo más que llama la atención. Jesús nos dice que aún en el caso en que el otro tuviera toda la culpa del desacuerdo, soy yo quien debo emprender el proceso de reconciliación. Es decir, soy yo quien debo acercarme para ofrecerle mi perdón.

¿Por qué este motivo?

Mi ofrenda, la ofrenda que cada uno de nosotros debe presentar en cada misa (peticiones, intenciones, problemas, preocupaciones, etc.) no tendría valor a los ojos de Dios, no la escucharía Dios si es presentada con un corazón torcido, impuro, resentido, lleno de odio.

Ahora bien, si presentamos la ofrenda teniendo en el corazón esta voluntad de armonía, será aceptada por Dios como la ofrenda de Abel y no la de Caín. Éste era agricultor, y le ofrecía a Dios su ofrenda con corazón desviado y lleno de envidia y resentimiento al ver que su hermano Abel era más generoso y agradable a Dios, pues le presentaba generosamente las primicias de su ganado.

Y hay otro motivo de unión entre eucaristía y compromiso de caridad. En el discurso escatológico, es decir cuando Jesús habló de las realidades últimas de nuestra vida: muerte, juicio, infierno y cielo, habló muy claro de nuestro compromiso con los más pobres.

Jesús en la eucaristía nos dice “Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros”. Y aquí, en este discurso solemne, nos pide que ese cuerpo se iguale con el prójimo más pobre, y por eso mismo es un cuerpo de Jesús necesitado que tenemos que alimentar, saciar, vestir, cuidar, respetar, socorrer, proteger, instruir, aconsejar, perdonar, limpiar, atender.

San Juan Crisóstomo tiene unas palabras impresionantes: “¿Quieres honrar el cuerpo de Cristo? No permitas que Él esté desnudo y no lo honres sólo en la Iglesia con telas de seda, para después tolerar, fuera de aquí, que ese mismo cuerpo muera de frío y de desnudez”.

Él que ha dicho “Esto es mi cuerpo”, ha dicho también “me habéis visto con hambre y no me habéis dado de comer” y “lo que no habéis hecho a uno de estos pequeños, no me lo habéis hecho a Mí”.

Te dejo unas líneas para tu reflexión: “Pasé hambre por ti, y ahora la padezco otra vez. Tuve sed por ti en la Cruz y ahora me abrasa en los labios de mis pobres, para que, por aquella o por esta sed, traerte a mí y por tu bien hacerte caritativo. Por los mil beneficios de que te he colmado, ¡dame algo!...No te digo: arréglame mi vida y sácame de la miseria, entrégame tus bienes, aun cuando yo me vea pobre por tu amor. Sólo te imploro pan y vestido y un poco de alivio para mi hambre. Estoy preso. No te ruego que me libres. Sólo quiero que, por tu propio bien, me hagas una visita. Con eso me bastará y por eso te regalaré el cielo. Yo te libré a ti de una prisión mil veces más dura. Pero me contento con que me vengas a ver de cuando en cuando. Pudiera, es verdad, darte tu corona sin nada de esto, pero quiero estarte agradecido y que vengas después de recibir tu premio confiadamente. Por eso, yo, que puedo alimentarme por mí mismo, prefiero dar vueltas a tu alrededor, pidiendo, y extender mi mano a tu puerta. Mi amor llegó a tanto que quiero que tú me alimentes. Por eso prefiero, como amigo, tu mesa; de eso me glorío y te muestro ante todo el mundo como mi bienhechor” (San Juan Crisóstomo, Homilía 15 sobre la epístola a los Romanos).

Estas palabras son muy profundas. Este cuerpo de Cristo en la eucaristía se iguala, se identifica con el cuerpo necesitado de nuestros hermanos. Y si nos acercamos con devoción y respeto al cuerpo de Cristo en la eucaristía, mucho más debemos acercarnos a ese cuerpo de Cristo que está detrás de cada uno de nuestros hermanos más necesitados.

Quiera el Señor que comprendamos y vivamos este gran compromiso de la caridad para que así la eucaristía se haga vida de nuestra vida. 
 
 
Autor: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net