lunes, 18 de enero de 2010

Los católicos ante el Aborto



¿Qué entiende la Iglesia por aborto?

La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada por cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante mismo de la concepción. Así ha sido declarado el 23 de mayo de 1 988 por la Comisión para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.

La cuestión del aborto provocado, ¿es sólo un problema científico, político o social?

Ciertamente, no. Esta cuestión es, desde luego, un problema científico, político y social grave. Pero también es, y en gran medida, un serio problema moral para cualquiera, sea o no creyente.

¿Tenemos los católicos obligaciones adicionales acerca de la cuestión del aborto, respecto de los no católicos o no creyentes?

Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las cosas y defienden la vida y la dignidad humanas, han de procurar por todos los medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos. Pero los cristianos, entre los que nos contamos los católicos, sabemos que la dignidad de la persona humana tiene su más profundo fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros.

Por eso los católicos, si vivimos nuestra fe, valoramos en toda su dimensión el drama terrible del aborto como un atentado contra esta dignidad sagrada. Más que de obligaciones adicionales, pues, habría que hablar de una más profunda y plena comprensión del valor de la persona humana, gracias a nuestra fe, como fundamento para nuestra actitud en favor de la vida, ya que sabemos que el olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana.

Como católica, ¿en qué incurre una persona que realiza o consiente que le realicen un aborto?

Quien consiente y deliberadamente practica un aborto, acepta que se lo practiquen o presta una colaboración indispensable a su realización, incurre en una culpa moral y en una pena canónica, es decir, comete un pecado y un delito.

¿En qué consiste la culpa moral?

La culpa moral es un pecado grave contra el valor sagrado de la vida humana. El quinto Mandamiento ordena no matar. Es un pecado excepcionalmente grave, porque la víctima es inocente e indefensa y su muerte es causada precisamente por quienes tienen una especial obligación de velar por su vida.

Además, hay que tener en cuenta que al niño abortado se le priva del Sacramento del Bautismo.

¿Qué es una pena canónica?

La pena canónica es una sanción que la Iglesia impone a algunas conductas particularmente relevantes, y que está establecida en el Código de Derecho Canónico, vigente para todos los católicos.

¿En qué pena canónica incurre quien procura un aborto?

El que procura un aborto, si sabe que la Iglesia lo castiga de este modo riguroso, queda excomulgado. El Canon 1398 dice: "Quien procura un aborto, si éste se produce, incurre en excomunión Latae sententiae"

Por otra parte, el Canon 1041 establece que el que procura un aborto, si éste se consuma, así como los que hayan cooperado positivamente, incurre en irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes sagradas.

¿Qué quiere decir incurrir en excomunión?

Significa que un católico queda privado de recibir los Sacramentos mientras no le sea levantada la pena: no se puede confesar válidamente, no puede acercarse a comulgar, no se puede casar por la Iglesia, etc. El excomulgado queda también privado de desempeñar cargos en la organización de la Iglesia.

¿Qué quiere decir que una excomunión es Latae sententiae?

Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella queda excomulgado automáticamente, sin necesidad de que ninguna autoridad de la Iglesia lo declare para su caso concreto de manera expresa.

¿Significa algo especial la frase "si éste -el aborto- se produce"?

Sí. Quiere decir que, para que se produzca la pena de excomunión, el aborto debe consumarse, es decir, el hijo ha de morir como consecuencia del aborto. Si, por cualquier circunstancia, el aborto no llega a consumarse, no se producirá la excomunión, aunque se dará el pecado.

En el caso del aborto, ¿quiénes incurren en la pena de excomunión?

Si se dan las condiciones que configuran la pena de excomunión, en este caso quedan excomulgados, además de la mujer que aborta voluntariamente, todos los que han prestado colaboración indispensable a que se cometa el aborto: quienes lo practican, quienes los ayudan de modo que sin esa ayuda no se hubiera producido el aborto, etc.

¿Qué razón de ser tiene que el aborto está condenado por una pena canónica tan grave como es la excomunión?

La razón de ser de esta norma es proteger -también de esta manera, no sólo con la catequesis y la recta formación de la conciencia- la vida del hijo desde el instante mismo de la concepción, porque la Iglesia se da cuenta de que la frágil vida de los hijos en el seno materno depende decisivamente de la actitud de los más cercanos, que son, además, quienes tienen más directa y especial obligación de protegerla: padres, médico, etc. Luego, cuando el niño nazca, estará ya además protegido de alguna manera por la sociedad misma.

La Iglesia ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de los peores crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice a este respecto: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const. "Gaudium et Spes").

Pero ya que en los últimos años cada vez hay más Estados que permiten el aborto, ¿no habría sido un gesto de benevolencia de la Iglesia el haber mitigado las penas para los católicos que aborten?

La Iglesia pudo haber cambiado, en la última y profunda revisión del Código de Derecho Canónico culminada en 1983, la pena de excomunión que pesa sobre los que procuran conscientemente un aborto, pero no lo hizo así precisamente porque en las últimas décadas se ha producido en todo el mundo una acusada relajación de la sensibilidad de las gentes (y también de muchos creyentes) hacia este crimen. Y si bien esta mayor laxitud social, que ejerce una presión cierta sobre las conciencias, puede disminuir la gravedad del delito en algunos casos, una atenuación de la pena habría suscitado, inevitablemente, la errónea idea de que la Iglesia considera hoy el aborto provocado como menos grave que antes, cuando, evidentemente, no es así.

La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y fácil para el perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la doctrina legado por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni puede dar pie a que nadie suponga que actúa de esta manera.

¿Puede suceder que alguna persona consienta o colabore en un aborto y no incurra en excomunión?

Sí. Dado que en Derecho Canónico no existe delito si no hay pecado grave, hay circunstancias en las que no se incurre en esta pena, que requiere plena imputabilidad. Por ejemplo, no quedan excomulgados los que procuran un aborto si ignoran que se castiga con la excomunión; los que no tengan conciencia de que abortar voluntariamente es pecado mortal; los que han intervenido en un aborto forzados con violencia irresistible contra su voluntad o por miedo grave; los menores de edad...; en general, los que han obrado sin plena advertencia y pleno consentimiento.

En el caso de que un médico (o un anestesista o una enfermera), por no estar dispuesto a realizar este tipo de intervenciones, fuese despedido y padecieran necesidad él y su familia, ¿podría colaborar?

Nunca se puede colaborar de modo positivo en la comisión de un acto que va contra la ley de Dios, que hay que obedecer antes que a la ley de los hombres. El católico que se halla en esta situación tiene la obligación grave de ampararse en el derecho a la objeción de conciencia, aunque esta actitud pueda acarrearle represalias.

El profesional sanitario cristiano ha de tener presente, además, que si es conocida su condición de creyente puede provocar un grave escándalo si colabora a la práctica de abortos.

Si los familiares de ese profesional son también cristianos, tienen la responsabilidad humana y moral de ayudarle a sobrellevar las dificultades, apoyarle en sus decisiones y hacer causa común con él en esos momentos de tribulación. Y esta responsabilidad alcanza también a sus amigos y colegas, si son cristianos y quieren vivir auténticamente su fe, así como a los miembros de la comunidad católica en que el profesional sanitario se desenvuelva.


¿Y qué ha de hacer el resto de las personas que trabajan en un hospital donde se practican habitualmente abortos?

Esas personas han de poner todos los medios lícitos a su alcance para que se dejen de practicar abortos. En cualquier caso, han de negar su colaboración directa a esas acciones.

¿No es la doctrina católica sobre el aborto una dura doctrina, que muy pocos podrán seguir?

Casi con estas mismas palabras replicaron los contemporáneos de Jesús cuando oyeren su predicación. Y el mismo Jesús nos dijo que hay que seguir el sendero estrecho para llegar al Reino de los Cielos. Seguir a Cristo en Su Iglesia no es fácil, pero con la Gracia de Dios se allana el camino y se superan las dificultades, por grandes que parezcan. También nos dijo Jesús que fuéramos a Él con confianza, y Él nos aliviaría de nuestras angustias.

La doctrina católica sobre el aborto no proviene de la voluntad de la autoridad eclesiástica, sino que está fundamentada en lo más profundo de la naturaleza de las cosas queridas por Dios, que se expresa en la Ley que Él nos ha dado a conocer, y que la Iglesia tiene la misión de transmitir. Pero la Iglesia cumple también con su deber siendo el ámbito en que los cristianos pueden fortalecer mejor su fe y ser ayudados y estimulados a vivir más intensamente su vida cristiana.


¿Cómo puede levantarse una excomunión, tras haber colaborado en un aborto consumado?

Si un católico se encuentra en esta situación, debe acudir al obispo o al sacerdote en quien éste delegue. En la práctica, puede dirigirse a cualquier sacerdote, que le indicará lo que debe hacer.

¿Tienen los católicos, además de la obligación grave de no colaborar en ningún aborto provocado, otras obligaciones en esta materia?

Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a la santidad, y a contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la tierra llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro responsable de una sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de defender la vida y la dignidad humanas, por muchas más razones los católicos hemos de asumir esta tarea.


¿Cómo se puede hacer esto, en el caso del aborto?

El lograr que en una sociedad se respete el derecho a la vida es responsabilidad de todos en su actividad cotidiana, pues todos, con el ejemplo de su conducta, sus palabras, sus escritos, sus opiniones, su voto, la educación de sus hijos, etc., influyen en lo que se piensa, en cómo se vive Y en lo que se legisla.

Ciertamente, un papel importante corresponde a políticos, educadores y responsables de medios de Comunicación social, por la repercusión que sus palabras o sus acciones tienen en la colectividad; pero ellos, al tiempo que influyen sobre la sociedad, son influidos a su vez también por ella.

¿Qué puede hacer para influir en esta materia un cristiano corriente, un ciudadano normal que ni sale en la televisión, ni habla desde una cátedra o una tribuna pública?

Lo primero que cada uno puede y debe hacer para afirmar la vida es vivir con la conciencia de su dignidad. Sólo afirmaremos la vida de otros si nosotros percibimos la nuestra en toda su grandeza y si nuestra conducta es coherente con nuestra convicción. El ejemplo de Jesús, tomando en serio a cada una de las personas que se encontraba, debe servirnos para que todos los que se crucen en nuestra vida se sientan valorados y tenidos en cuenta como seres únicos. Una afirmación así de la vida personal en nuestras experiencias cotidianas hará posible que surja, naturalmente, la estima por todos y cada uno de los seres humanos, también los concebidos y no nacidos. Pero junto a esta actitud general, caben muchas maneras concretas de trabajar específicamente en favor de la vida:

- Rogando al Señor por los legisladores y los dirigentes sociales en general, para que sepan comprender que los hijos concebidos y no nacidos son los más inocentes y los más indefensos miembros de, nuestra sociedad, y que, como ha dicho repetidamente el Papa Juan Pablo II, nunca se puede legitimar la muerte de un inocente.

- No despreciando el valor moral del dolor y del sacrificio, cuyo rechazo lleva a justificar cualquier intento de acabar con lo que se cree que son sus causas, incluidos los ancianos o enfermos inútiles, los deficientes que son una carga o los nuevos hijos que pueden complicar la vida o disminuir el bienestar de la familia.

- Acogiendo y ayudando, también económicamente, a quienes, por razón de su maternidad, se encuentran en situaciones difíciles.

- Recibiendo con alegría, por duro que pueda ser, al nuevo hijo enfermo o deficiente que llegue a la familia, como una bendición de Dios. Es ejemplar el testimonio de numerosísimos padres cristianos en este sentido.

- Reaccionando positivamente ante escritos públicos o programas audiovisuales que defiendan la vida humana, y críticamente ante los que la ataquen.

- Orientando el voto hacia las alternativas que merezcan más confianza por sus actitudes ante la vida en general, y ante la cuestión del aborto provocado en particular.

- Informando a quienes nos rodean, con caridad, pero con firmeza y claridad, de la realidad del hijo no nacido y de la importancia de defender su derecho a vivir.

- Los médicos, en especial los ginecólogos, y otros profesionales sanitarios, empleando los medios técnicos que permiten que una madre vea en una ecografía, con sus propios ojos, al hijo en sus entrañas, moviéndose, nadando, chupándose el dedo. Se ha dicho que si el vientre de las madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto provocado de otra manera.

Son sólo algunos ejemplos que puedan dar idea del enorme campo que un cristiano tiene ante sí en relación con este gravísimo problema.

¿Es razonable pensar que un día la vida y la dignidad humanas se respetarán desde la concepción hasta la muerte?

No es posible contestar rotundamente a esta cuestión, pero hacia este objetivo deben encaminarse los esfuerzos de todos los que aspiran a un mundo justo. Las agresiones a la vida humana, especialmente de los inocentes, han tenido siempre en la historia consecuencias dramáticas. Los cristianos sabemos que cuando las personas y las colectividades han reconocido a Jesucristo, este reconocimiento ha supuesto una afirmación de la vida sin parangón con cualquier otra cultura. Por eso debemos empeñarnos en la extensión de la presencia de Cristo en la sociedad, porque de este modo los hombres reconocerán su propia grandeza y podrán vivir con una nueva conciencia propia dignidad. Con el auxilio de Jesús y de su madre, que lo concibió en su seno, y con el ejemplo nuestra propia vida, será posible trabajar mejor en defensa de este ideal.

Fuente: "EL ABORTO"
100 CUESTIONES Y RESPUESTAS SOBRE LA DEFENSA DE LA VIDA HUMANA
Y LA ACTITUD DE LOS CATÓLICOS
Conferencia Episcopal Española
Comité para la Defensa de la Vida
Madrid, 25 de marzo de 1991


Extraído de ACIPrensa

¿Por qué no ayunan?

Marcos 2, 18-22:

En aquel tiempo los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.


Reflexión:
Cristo nos llama a la alegría. A una alegría profunda, nacida desde la paz del alma. Él nos lo dijo claramente: “¿Cómo pueden ayunar los invitados a la boda mientras están con el esposo?” Si realmente Jesucristo habita en nuestra alma a través de la gracia, ¿Cómo podemos mantenernos tristes o acongojados?

Él vive en nuestra alma. Y aquí se nos presenta uno de los misterios más hermosos de nuestra fe: Dios vive realmente en medio de nosotros en la Eucaristía y dentro de nosotros por la gracia. Por lo tanto, fuera las angustias, porque Dios es paz; fuera el desaliento, porque Dios es esperanza; fuera la desazón, porque Dios es consuelo. Habrá dificultades, sí, y muy fuertes, pero cuando Él vive en nosotros nunca se pierde la paz interior del alma. Aunque la sensibilidad sufra.

Jesús nos conoce y sabe que vendrán días en que posiblemente le dejemos por el pecado. Por eso nos dice qué hacer. Nos aconseja el ayuno, es decir, la abnegación. Pero no quiere que suframos porque sí. El sacrificio es sólo un medio para llegar al Fin. Un medio de purificación para llegar a Dios, para volver a recuperar al divino Huésped de nuestra alma, que es la Paz y la Felicidad.

El fin es maravilloso; el camino, claro. ¿Qué esperamos para recorrerlo?


Autor: Óscar Pérez Lomán | Fuente: Catholic.net

sábado, 16 de enero de 2010

Solidaridad con Haití

Buenos Aires, 15 Ene. 10 (AICA) Cáritas Argentina abrió una cuenta bancaria con el fin de recaudar fondos que serán destinados a los damnificados por el terremoto en Haití.

En un comunicado en el que expresa que "el golpe sufrido por el pueblo de Haití, uno de los más pobres entre los pobres, en estas horas ha sido terrible. Por eso, queremos expresar nuestra solidaridad y nuestro profundo dolor a quienes sufren las consecuencias de la tragedia ocurrida, especialmente a aquellos que han perdido a sus seres queridos".

En las primeras comunicaciones recibidas desde Cáritas Haití, su responsable en la emergencia Jonides Villarson informó que, a pesar de las evidentes dificultades, ya están trabajando con el equipo de emergencias y comenzaron a coordinar las iniciativas de ayuda.

Cáritas Argentina se dispuso una cuenta bancaria destinada especialmente para este fin, asumiendo que la donación en dinero facilita el acceso y administración de los fondos desde el mismo lugar donde se realiza la asistencia:

Cuenta Corriente Banco Nación Nº 35869/51 - Sucursal Plaza de Mayo 0085
CBU 01105995-20000035869519
A nombre de: Cáritas Argentina Emergencia
CUIT 30-51731290-4 30-51731290-4

El comunicado concluye con un pedido a "María de Guadalupe, patrona de nuestro continente, que contenga con su amor maternal a las familias y a todos los hombres y las mujeres afectados por esta tragedia."+


Fuente: AICA

Portavoz vaticano dice que el amor es “el único consuelo” en Haití

VATICANO, 15 Ene. 10 / 01:40 pm (ACI) Mientras Haití se recupera de la destrucción causada por el terremoto del 12 de enero y los mensajes de apoyo y solidaridad llegan desde todas partes del mundo, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P.Federico Lombardi, recordó que “el único verdadero consuelo” para el pueblo haitiano es “el amor genuino y generoso.”

“El mundo está asombrado ante la tragedia del pueblo de Haití,” que ya era de “los más pobres de la tierra”, dijo el P. Lombardi en el programa “Octavo Dies,” que será transmitido a través del Centro Televisivo Vaticano.

“La Iglesia también, que vive con el pueblo, ha sido directa y dolorosamente golpeada por la muerte de tantos de sus miembros,” continuó, en una referencia a la muertedel Arzobispo de Puerto Príncipe, Mons. Serge Miot.

El portavoz vaticano resaltó la reacción del Papa Benedicto XVI, quien “inmediatamente alzó su voz con palabras vibrantes de participación espiritual y con un llamado a la solidaridad,” junto con otros innumerables líderes de todos los países, especialmente los más cercanos en el continente americano. A través de esta masiva respuesta, dijo el sacerdote, hemos visto una vez más que “la gravedad de la tragedia se convierte en una ocasión para un amplio concurso de solidaridad y amor.”

“Este amor genuino y generoso es posiblemente el único verdadero consuelo, la única importante respuesta a este mar de dolor, pues el amor de Cristo quien muere en la cruz es la única verdadera respuesta al sufrimiento del hombre,” dijo el P.Lombardi.

En su mensaje citó las palabras de un sacerdote haitiano quien dijo que en medio de las muchas catástrofes humanas y naturales de las que el pueblo de la isla se ha ido acostumbrando, los haitianos siempre recuperan la esperanza, “y se trata de una esperanza cristiana. Para los haitianos, el amor es más fuerte.”

“Deberíamos seguir acompañándoles a través de la solidaridad del amor, para devolver una vez más a los haitianos, a los pobres y los que sufren en el mundo, la esperanza y el amor,” concluyó.


Fuente: ACIPrensa

CELAM pide solidaridad y oraciones para haitianos

BOGOTÁ, 16 Ene. 10 / 03:15 am (ACI) El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), llamó a las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe a promover “desde los organismos sociales y caritativos, una presencia solidaria de la Iglesia y de la Sociedad con el pueblo haitiano”.

En un comunicado, exhortó también a unirse en oración “desde la realidad de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños, siguiendo el llamado del Santo Padre Benedicto XVI”, asegurándole al pueblo haitiano “nuestra cercanía humana y espiritual”.

El CELAM lamentó el fallecimiento del Arzobispo de Puerto Príncipe, Mons. Joseph Serge Miot; y de la Doctora Zilda Arns, de Brasil, fundadora y coordinadora internacional de pastoral infantil y fundadora de pastoral de la persona anciana, quien se encontraba en labores humanitarias en Haití.

“Desde los Departamentos y Centros del CELAM nos proponemos impulsar mecanismos de comunión, de solidaridad y de ayuda en los diversos campos de la atención a emergencias, de la promoción humana y del acompañamiento espiritual y pastoral”, indicó.

Finalmente, pidió a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Patrona de Haití, para que consuele y fortalezca a las familias “que han perdido a sus seres queridos y que sufren situaciones de miseria y dolor”.



Fuente: ACIPrensa

La Iglesia se vuelca en ayuda a Haití

MADRID, viernes, 15 enero 2010 (ZENIT.org).- La Iglesia Católica se ha movilizado para ayudar a la población damnificada por el terremoto en Haití en respuesta al llamamiento hecho por Benedicto XVI para que sean generosos con este país caribeño.

Tras su llamamiento internacional, el Papa aseguró que la Iglesia Católica se activará “inmediatamente” a través de sus instituciones caritativas para ayudar a la población afectada.

La nota informativa del Vaticano señala que, “como en el pasado con ocasión de otras tragedias de este tipo, los católicos ya están presentes con su asistencia concreta y diversas agencias católicas están trabajando y enviando personal”.

El Consejo Pontificio Cor Unum está en contacto directo con el Catholic Relief Services, la agencia humanitaria de los obispos de Estados Unidos, que se encargará de coordinar la ayuda: “El personal, que ya se encuentra en el lugar y que cuenta con más de 300 miembros activos desde hace tiempo en Haití, la experiencia pasada, las capacidades y los recursos de CRS, permitirán una rápida y eficaz coordinación de los esfuerzos de la Iglesia que deben ser generosos y concretos”.

El Papa ha pedido generosidad con Haití y los obispos italianos han respondido con el anuncio de dos millones de euros para las primeras emergencias, el doble de lo que ha prometido el Gobierno italiano.

La Conferencia Episcopal Española animó a los católicos a ser solidarios, al tiempo que Cáritas y las ONG católicas se han sumado al esfuerzo de recaudación económica a través de varias cuentas bancarias a nivel nacional y diocesano. Algunos arzobispados españoles han promovido una iniciativa de recaudación que consistirá en recolectar fondos durante todas las misas de sus diócesis del próximo domingo, para enviarlos a Haití.

Cáritas Española ha enviado ya de manera urgente una primera partida de 175.000 euros para apoyar las operaciones de emergencia de la Cáritas Haitiana y ha mandado a la isla a un grupo de siete expertos de su red internacional para participar sobre el terreno en el operativo de respuesta a la emergencia.

En Estados Unidos, donde viven miles de católicos de origen haitiano, el 24 de enero se celebrará una colecta nacional para América Latina que se dedicará en buena parte a Haití, pero además mañana y el domingo habrá colectas especiales adicionales, a petición del cardenal Francis George, presidente de los obispos norteamericanos, los cuales ya han prometido cinco millones de dólares (3,44 millones de euros).

La Iglesia en República Dominicana ofrece oraciones y una colecta en todas las parroquias del país. El cardenal Nicolás López, arzobispo de Santo Domingo, pide ayuda “a las naciones hermanas de América y de otros continentes”.

El presidente de Caritas Internacional, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, expresó su deseo de que “se produzcan finalmente los compromisos necesarios para aliviar la miseria de los haitianos y la pobreza estructural de esta asediada nación”.

La zona afectada cubre cuatro diócesis (Puerto Príncipe, Jacmel, Gonaives y Jeremie), con seis millones de habitantes. Antes del terremoto había 150 parroquias, con cuatro millones de católicos, 450 sacerdotes y más de 600 religiosas.

Ayuda a la Iglesia Necesitada ha lanzado una campaña de ayuda de emergencia y, para ello, ha habilitado una cuenta.

A pesar de las dificultades para establecer comunicación con el país caribeño, el padre Mauricio, que salió ileso del terremoto que sacudió Puerto Príncipe, ha puesto voz a través de Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) a las imágenes que se han visto desde el martes: “Hasta las casas más fuertes de la ciudad han quedado total o parcialmente destruidas. Una nube rosa cubre la ciudad como consecuencia del derrumbamiento de los edificios. Todas las casas de la colina se han derrumbado. La gente grita y llora por las calles. Tan sólo podemos llorar ante tal desastre. En los barrios periféricos de la ciudad la situación es incluso más grave”.

La responsable de Proyectos de AIN ha expresado el compromiso de la institución con Haití en la situación de emergencia actual y en el futuro: “Gracias a la generosidad de nuestros benefactores, estamos preparados para aportar nuestra ayuda a la Iglesia y sus estructuras en el largo camino de recuperación”, que desde distintos organismos se ha estimado que puede alargarse varias décadas.

El director de la oficina de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Inglaterra, Neville Kyrke-Smith, indicó que “en los últimos 50 años, el pueblo haitiano ha experimentado las consecuencias de una política agitada, de la violencia y de las catástrofes naturales. Ahora el terremoto parece el golpe final para uno de los países más pobres del mundo”.

Manos Unidas ha abierto una cuenta de emergencia cuya recaudación se destinará a la adquisición de productos de primera necesidad y, posteriormente, a labores de reconstrucción del país.

“La ciudad está desolada, la gente deambula por la calle y hay muchos muertos. No sabemos dónde están nuestros compañeros”, explicó el jesuita español Ramiro Pampols, miembro de la ONG Entreculturas.

Esta organización está coordinando su actuación de emergencia con el Servicio Jesuita a Refugiados y Fe y Alegría. Ambas organizaciones ya se han movilizado para dar una primera respuesta. Asimismo, los centros de la Compañía de Jesús en República Dominicana han organizado una red de ayuda para socorres a los damnificados de la vecina Haití.

“Una vez más Haití ha sufrido un drama”, contaba desolado el superior regional de la Compañía de Jesús en Haití, Kawas François, quien describió cómo están siendo los primeros días después de este fatídico seísmo para un país que ya antes vivía en la miseria: “Todo el mundo está en estado shock. Las comunicaciones están cortadas y estamos pasando serias dificultades para ayudar a nuestros vecinos”.

El Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes en República Dominicana formó dos comisiones, una de emergencia humanitaria para recoger todas las donaciones de alimentos y medicamentos y otra, en conjunto con instituciones del Estado, abocada a realizar un plan de contingencia para la acogida de posibles flujos migratorios provenientes de Haití.

Además, el SJR Latinoamérica y El Caribe está animando para que en cada país de la región de Latinoamérica donde se encuentran las obras de la Compañía de Jesús tomen una iniciativa de solidaridad respecto al pueblo haitiano, como una reunión que se llevará a cabo esta tarde, en Venezuela, para preparar un plan de apoyo para la isla caribeña.



Por Nieves San Martín | Fuente: Catholic.net

La caridad ingeniosa, atrevida y efectiva de María

LAS BODAS DE CANÁ

Composición de Lugar: María recibió una invitación para acudir a unas bodas que se celebraban en Caná de Galilea. Unas bodas, en Palestina y entre los judíos, era un acontecimiento importante y revestía un carácter religioso, pues era el medio de perpetuar la raza hasta la plenitud de los tiempos, es decir, hasta los días del Mesías. Los contrayentes eran amigos, parientes quizá, y María aceptó la invitación y acudió a Caná. Fue también invitado Jesús con sus discípulos, y de nuevo se encontraron reunidos, siquiera fuese transitoriamente y por breve tiempo, Madre e Hijo. Y, ¿qué pasó? Vayamos también nosotros a Caná, pues hemos sido invitados con María y Jesús.

Petición: Señor, dame ojos y corazón para intuir las necesidades de mi prójimo y en la medida de mis posibilidades, ayúdame a solucionarlas, a ejemplo de María, que con su poderosa intercesión logró alegrar ese momento hermoso con el vino nuevo de su Hijo.

Fruto: Tener los ojos abiertos a las necesidades de mi prójimo. Tener el corazón listo para conmoverme y las manos listas para ayudar.

Puntos: Veamos los detalles de caridad de María en Caná.


1. María estaba invitada: quien vive en la caridad y con caridad siempre es querido en todas partes y, por lo mismo, fácilmente es invitado a estos eventos alegres, humanos y sociales. Y allá fue, porque el amor trata de difundirse por todas partes. ¿Cómo no compartir la alegría de los demás y felicitarles por esta boda? Ella, la madre de Jesús, no podía despreciar estas alegrías humanas, como tampoco lo hará después Jesús, su Hijo. En muchos otros lugares de los Evangelios vemos a Jesús compartiendo banquetes, tanto que los fariseos se escandalizan de eso e incluso algunos le llaman “comilón y bebedor”. ¡Habráse visto! El corazón mezquino que no rebosa amor se escandaliza de que el otro ame y derrame su amor.

Sí, María fue invitada. Pero, ¿en verdad fue a comer y aprovecharse del banquete? El que fuera la primera que captara la insuficiente cantidad de vino sugiere que “estaba en todo”, y esto supone atención, actitud observadora, pensar en lo que ocurre y no en sí misma. ¡Otra vez, la caridad, amor al prójimo! Sí, lo opuesto al egoísmo y a buscar la propia satisfacción. Quien se deja llevar por el impulso natural en sus relaciones sociales corre el peligro de ser imprudente y pecar por exceso o por defecto; está abocado a vivir para sí y no para los demás; a dejarse llevar por el egoísmo en lugar de ejercer la caridad y el amor al prójimo. No hubiera sido igual en esa boda sin la presencia de María. El amor todo lo transforma, incluso las situaciones adversas. La caridad no deja indiferente el ambiente en que está. Al contrario caldea el ambiente en que vive y alegra la vida de quienes están a su alrededor.

Quien tiene amor aumenta el grado de felicidad de los demás en la tierra. Basta una sonrisa, una palabra de aliento, un gesto de servicio. ¿Qué hizo María? ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar: reclamar, protestar contra los novios y los servidores?


2. Se acabó el vino y María dijo a Jesús: “no tienen vino”. Aquí está el amor de María, amasado de sencillez y de fe. Sea por la afluencia de invitados, sea por error de cálculo, llegó un momento en que el vino comenzó a escasear de tal manera que era fácil prever su insuficiencia para el tiempo que todavía había de durar la fiesta. Esto era grave, porque el apuro iba a ser tal, cuando se descubriera, que bastaba para amargar a los novios el recuerdo de su boda, que se iba a convertir en regocijado comentario del pueblo durante mucho tiempo. Y aquí interviene María con su caridad intuitiva, ingeniosa y efectiva. Esto quiere decir que andaba discretamente pendiente del servicio, ayudando quizá, sin inmiscuirse en lo que era tarea propia de maestresala. En cuanto vio esto, pensó en el modo de remediarlo. Pensó en la violencia de la situación de los novios. Su bondad le llevó a compadecerse de ellos y a buscar un remedio. Ella sabía que no podía realizar un milagro, pero sabía que su Hijo sí podía. El amor intuye y se adelanta y se cree con confianza para pedir a Dios la solución. ¡Es la madre! Y comunica su preocupación a su Hijo.

María se dirige a Jesús como a su Hijo, pero Jesús le contesta como Mesías: no ha venido a remediar problemas materiales, pues es muy otra la misión que ha recibido del Padre. Aclarado esto, no tiene inconveniente en adelantar su hora: la de hacer un milagro que ponga de manifiesto su poder y dé testimonio de su divinidad. El amor todo lo puede. El amor abre el corazón de Dios. El amor humilde y confiado de María realizó lo que nadie podría hacer en ese momento: convertir el agua en vino. “No tienen vida”, ¡qué oración tan sencilla de María! Ella expone la necesidad con la simplicidad de un niño. Los niños más que pedir, exponen, y no es necesario más porque la compenetración es tan grande que los papás saben perfectamente todo lo que la frase del niño encierra, y es para ellos más clara que un largo discurso. María, siendo la más perfecta de las criaturas, o mejor todavía, la criatura perfecta, su oración, sin duda, es la más perfecta de las oraciones, la mejor hecha, la que reúne todas las cualidades en su máxima profundidad. Es el amor quien hace nuestra oración sencilla, sin rebuscamientos ni artificios. ¿Si nosotros no conseguimos de Dios lo que le pedimos no será porque nos falta sencillez en nuestra oración? Y si nos falta sencillez, ¿no será porque estamos faltos de amor en el corazón? Sólo un corazón que ama sabe ser sencillo al pedir y todo lo consigue. Como María. ¡Qué complicados somos los hombres a veces en nuestras relaciones con Dios y con los demás! Aprendamos de María.


3. “Haced lo que Él os diga”. Es el amor de María lleno de confianza y humildad. La mirada suplicante, confiada, sonriente y amorosa de la Virgen no podía ser indiferente a Jesús en ningún caso. María obró con la seguridad de quien sabe lo que hace, pues el amor da seguridad y abre las puertas del corazón de Dios. Se acercó a los sirvientes y les dio unas instrucciones muy sencillas: “Haced lo que Él os diga”. Tras esto, la Virgen vuelve a confundirse entre los convidados. Sólo el que ama a Dios, ama a los demás y se consume viendo cómo, por no poseerlo, no son felices. Esta vibración interior es lo que lleva a acercarles a Dios, pero sin artificios ni convencionalismo, sin acosos ni insistencias, con la tenacidad propia del amor, pero con su suavidad, haciendo que acaben queriendo, abriéndoles horizontes que tienen cerrados. “Haced lo que Él os diga”: es el imperativo que lanza quien ama, porque conoce a quien es el Amor supremo. El amor aquí se hace humilde: Él es quien cuenta, no yo. Sólo Él es el Salvador y Mesías. Pero su humildad sabe dar el tono y matiz preciso a su imperativo. La oración que nace de la humildad siempre será escuchada y casi “obliga” a Dios a escuchar y hacer caso. Lo que da intensidad a una oración, lo que hace poner en ella toda el alma es la necesidad, y nadie como el humilde puede percibir hasta qué punto está necesitado de que Dios se compadezca de su impotencia, hasta qué punto depende de Él, hasta qué extremo límite es cierto que el hombre puede plantar y regar, pero que es Dios quien da el incremento (cf 1 Cor 3, 6-7), es Dios quien puede convertir esa agua en vino.

Quien no ama no es humilde. Quien no es humilde trata a Dios con prepotencia y egoísmo, y lo usa para que resuelva los problemas que nosotros mismos nos hemos planteado o sacarnos de los atolladeros en que tercamente nos hemos metido. Pero María es humilde. Expone el problema y la necesidad y deja todo en las manos de su Hijo.

Deja a Cristo el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y de verdad resolvería el asunto. María confía en la sabiduría de su Hijo, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer. La fe y la humildad deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes. “Haced lo que Él os diga”: ¡Qué conciencia tiene María de que su Hijo es el Señor y es quien debe mandar y ordenar, y no ella! Nos pide que siempre escuchemos a su Hijo y después que hagamos lo que Él nos diga. El amor escucha y hace lo que dice y pide el Amor con mayúscula. Hacer lo que Cristo nos dice es obedecer. Por tanto el amor termina siempre en obediencia. Lo que María nos dice aquí es que obedezcamos, que pongamos toda nuestra personal iniciativa, no en hacer lo que se nos ocurra, sino al servicio de lo que Él nos indique. Como Ella, que fue siempre obediente.

Quien no ama, protesta y no obedece con alegría. Por tanto, este amor de María en Caná desemboca en obediencia a Cristo. No es un amor que se queda sólo a nivel de sentimientos y emociones, o de soluciones más o menos hermosas. El amor tiene que ser acrisolado por la obediencia. Con la obediencia hemos encontrado lo único necesario y todo lo demás viene resuelto como consecuencia. Y la obediencia consiste en cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. Y fue esta obediencia de María y de los servidores quien hizo que Cristo obrase el milagro. Y no fue fácil lo que Cristo les mandó: “Llenen de agua esas tinajas” ¿No será esto absurdo? Los servidores no protestan ni reclaman ni cuestionan. Obedecen, simplemente. Y obedecieron inmediatamente. Y obedecieron hasta el final, llenando las tinajas hasta arriba. No puede obedecerse a medias.


Preguntas para reflexionar:

· ¿Qué me impide ver las necesidades de los demás: mi maldito egoísmo que me ciega, mi corazón duro y soberbio, mis manos cerradas y ociosas?
 
· ¿Pido a Jesús por las necesidades del mundo, de la Iglesia y de las familias? ¿O sólo pido por mí y mis cosas? ¿Pido, como María, con fe, con humildad, con amor, con confianza, con obediencia?
 
· ¿Tengo el vino de mi caridad dulce y oloroso para compartir con los demás, o está ya picado y avinagrado por mi egoísmo y orgullo?



Autor: P Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net

martes, 12 de enero de 2010

¿Cuántas veces hay que orar? Jesús responde: ¡Siempre!

En aquel tiempo, Jesús les decía una parábola a sus discípulos para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. La parábola es la de la viuda inoportuna. A la pregunta: «¿Cuántas veces hay que orar?», Jesús responde: ¡Siempre!

La oración, como el amor, no soporta el cálculo de las veces. ¿Hay que preguntarse tal vez cuántas veces al día una mamá ama a su niño, o un amigo a su amigo? Se puede amar con grandes diferencias de conciencia, pero no a intervalos más o menos regulares. Así es también la oración.

Este ideal de oración continua se ha llevado cabo, en diversas formas, tanto en Oriente como en Occidente. La espiritualidad oriental la ha practicado con la llamada oración de Jesús: «Señor Jesucristo, ¡ten piedad de mí!». Occidente ha formulado el principio de una oración continua, pero de forma más dúctil, tanto como para poderse proponer a todos, no sólo a aquellos que hacen profesión explícita de vida monástica. San Agustín dice que la esencia de la oración es el deseo. Si continuo es el deseo de Dios, continua es también la oración, mientras que si falta el deseo interior, se puede gritar cuanto se quiera; para Dios estamos mudos. Este deseo secreto de Dios, hecho de recuerdo, de necesidad de infinito, de nostalgia de Dios, puede permanecer vivo incluso mientras se está obligado a realizar otras cosas: «Orar largamente no equivale a estar mucho tiempo de rodillas o con las manos juntas o diciendo muchas palabras. Consiste más bien en suscitar un continuo y devoto impulso del corazón hacia Aquél a quien invocamos».

Jesús nos ha dado Él mismo el ejemplo de la oración incesante. De Él se dice en los evangelios que oraba de día, al caer de la tarde, por la mañana temprano y que pasaba a veces toda la noche en oración. La oración era el tejido conectivo de toda su vida.

Pero el ejemplo de Cristo nos dice también otra cosa importante. Es ilusorio pensar que se puede orar siempre, hacer de la oración una especie de respiración constante del alma incluso en medio de las actividades cotidianas, si no reservamos también tiempos fijos en los que se espera a la oración, libres de cualquier otra preocupación. Aquel Jesús a quien vemos orar siempre es el mismo que, como todo judío de su tiempo, tres veces al día –al salir el sol, en la tarde durante los sacrificios del templo y en la puesta de sol-- se detenía, se orientaba hacia el templo de Jerusalén y recitaba las oraciones rituales, entre ellas el Shema Israel, Escucha Israel. El Sábado participa también Él, con los discípulos, en el culto de la sinagoga y varios episodios evangélicos suceden precisamente en este contexto.

La Iglesia igualmente ha fijado, se puede decir que desde el primer momento de vida, un día especial para dedicar al culto y a la oración, el domingo. Todos sabemos en qué se ha convertido, lamentablemente, el domingo en nuestra sociedad; el deporte, en particular el fútbol, de ser un factor de entretenimiento y distensión, se ha transformado en algo que con frecuencia envenena el domingo... Debemos hacer lo posible para que este día vuelva a ser, como estaba en la intención de Dios al mandar el descanso festivo, una jornada de serena alegría que consolida nuestra comunión con Dios y entre nosotros, en la familia y en la sociedad.

Es un estímulo para nosotros, cristianos modernos, recordar las palabras que los mártires Saturnino y sus compañeros dirigieron, en el año 305, al juez romano que les había mandado arrestar por haber participado en la reunión dominical: «El cristiano no puede vivir sin la Eucaristía dominical. ¿No sabes que el cristiano existe para la Eucaristía y la Eucaristía para el cristiano?».

Autor: P. Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia | Fuente: Catholic.net

Diario vaticano critica panteísmo y espiritualismo ecológico de Avatar

ROMA, 12 Ene. 10 / 05:46 am (ACI) L’Osservatore Romano (LOR) dedicó tres de sus artículos de la edición del fin de semana a taquillera cinta de James Cameron, Avatar, en los que criticó el sentimentalismo, panteísmo y espiritualismo ecológico de la película.

En un primer artículo se señala que Cameron hace un paralelo entre el "genocidio" de los blancos contra las poblaciones nativas de Estados Unidos, presentando a los humanos de la película, como a los primeros y a los segundos como a los "na’vi" de la cinta que habitan en el mundo de Pandora, lugar donde transcurren la ficción.

La historia del director, dice el texto, "tiene una aproximación blanda, se cuenta sin profundizar y termina por caer en el sentimentalismo".

"Todo se reduce –prosigue– a una parábola antiimperialista y antimilitarista fácil, apenas esbozada, que no tiene la misma mordiente de otras películas que buscan mostrar estos aspectos".

El ecologismo de Avatar, dice LOR, "se empantana de un espiritualismo ligado al culto de la naturaleza que le hace guiños a una de las tantas modas del tiempo. La misma identificación de los destructores con los invasores y de los ambientalistas con los indígenas aparece luego como una simplificación que menosprecia el ámbito del problema".

El segundo artículo plantea el nacimiento de una película de culto con Avatar. "Inaugurará, tal vez –dice el texto– un nuevo género, creando un imaginario colectivo en el que se reflejará una vez más la fuerza atractiva de los mundos alternativos, una cierta forma de espiritualismo ecológico hoy de moda y el temor, muy difundido, a vivir una verdadera trascendencia".

El tercer texto, tomado por LOR de la revista Mondo e Missione (Mundo y Misión) lleva por título "La religión de Pandora" y refiere la opinión de algunos columnistas sobre este tema. El texto cita al comentarista de asuntos religiosos del New York Times, Ross Duhat, quien considera que Avatar presenta "una apología del panteísmo, una fe que hace a Dios igual a la naturaleza, y llama a la humanidad a una comunión religiosa con el mundo natural".

Este comentarista, prosigue el artículo, "recuerda que esta visión religiosa es una especie de caballito de batalla del Hollywood más reciente. Para Douthat la opción panteísta de Cameron y de la industria cinematográfica de Estados Unidos en general, sigue a través de este camino porque ‘millones de estadounidenses han respondido a ella de manera muy positiva’".

"Y como reconocía –continúa– en el siglo XVIII el filósofo francés Alexis de Tocqueville, ‘el credo estadounidense en la esencial unidad del género humano nos lleva a anular toda distinción en la creación. El panteísmo abre la puerta a una experiencia de lo divino para la gente que no se siente a gusto en la perspectiva escriturística de las religiones monoteístas’".

Tras hacer algunas comparaciones de la cinta con la concepción del hinduismo, como que el color azul de los na’vi sea similar al de Shiva –una de sus principales deidades– el artículo sugiere, citando a un blogger estadounidense, que Cameron también podría haber "unido la antigua teología cristiana de la gracia y de la redención a su parábola antiimperialista’. (cuando afirma que llegar a ser un na’vi es volver a nacer)".

"El debate, como se ve, está más abierto que nunca", concluye.
 
Fuente: ACIPrensa

domingo, 10 de enero de 2010

Un regalo para Jesús

Muchas personas se preguntan que regalo le pueden hacerle a Jesús para agradarlo, para glorificarlo... Me parece que tener ese sincero deseo ya es un muy lindo regalo para Él. Lo que tenemos que tratar de hacer es seguir sus pasos, imitarlo, hacer su voluntad antes que cualquier cosa!!! El es lo más importantes en nuestras vidas, El le dá sentido a nuestra existencia, entonces podemos regalarle todos los días una oración, un sacrificio, acerquemos más a Nuestro Señor.. estará feliz de ver en nosotros un cambio... todos los días tenemos que mejorar...

Nuestra Santísima Madre, en Fatima nos pidió que oremos mucho, que recemos el Rosario todos los días, que hagamos sacrificios, por todas las almas... y que no ofendamos mas a su hijo, nuestro Señor Jesucristo, porque ya ha sido muy ofendido!!!

Nuestro compromiso deben ser las cosas del Señor!! ese es el regalo que le podemos dar todos los días!!

No dejemos de agradecer todo lo que no brinda, no miremos solo los problemas o dificultades que tenemos, ofrezcamos esos sufrimientos o pequeños inconvenientes que tenemos para enmendar las tantas ofensas, a nuestro Señor Jesucristo!!

Los sacrificios que podemos hacer, no hace falta que sean colosales, dejemos de hacer cosas que nos agradan,  puede ser: no comer un postre que nos gusta mucho, no mirar tele por un par de días, no gastar en esas joyas que tanto te gustan y darle el dinero a una comisión de alguna capilla o Iglesia, etc. Todo ésto ofrezcamos a Jesús, muy humildemente, con un corazón lleno de amor hacia El.

Tercer testimonio de Juan

Juan 3, 22-30. Juan vuelve a insistir a sus discípulos que es Jesús quien tiene que crecer y no él. Juan 3, 22-30


Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí se estaba con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido metido en la cárcel. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. Fueron, pues, donde Juan y le dijeron: «Rabbí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, aquel de quien diste testimonio, mira, está bautizando y todos se van a él.» Juan respondió: «Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: ´Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es necesario que él crezca y que yo venga a menos.

Reflexión

El último testimonio de Juan sobre Jesús subraya nuevamente no sólo la superioridad de la misión de Jesús frente a la de Juan, sino el sentido mesiánico de la obra de Jesús. Jesús hace posible y realiza una nueva relación entre el ser humano y Dios, fundada en la gracia del Espíritu y la verdad de su Palabra.

La fe de Juan Bautista es ejemplar para el discípulo cristiano; un modelo a seguir para todo aquel que quiera ser testigo fiel de Cristo en el mundo. Él aceptó sin reservas su papel de testigo que conduce a los seres humanos al Mesías, permaneciendo siempre fiel al plan salvífico de Dios, a pesar de la inclinación de sus propios discípulos a dejarse influir por sentimientos humanos egoístas.

El austero predicador del desierto que se había presentado como testigo del Mesías, en este texto aparece como ejemplo para todos los que seguimos a Jesús y lo anunciamos entre los seres humanos. Juan no ha dudado ni un momento en disminuir, en ocultarse hasta desaparecer, con tal de que Él, Jesús el Mesías, crezca, resplandezca con toda su luz y sea aceptado y creído por los otros.

Autor: P Juan Pablo Menéndez | Fuente: Catholic.net

El Bautismo de Jesús

Cristo no tuvo miedo de humillarse

Cuando Cristo se metió en la cola para esperar su turno de ser bautizado, seguramente San Juan Bautista no sabía que hacer. Llegó el Mesías delante de él y pidió el bautismo. El Bautista exclamó: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿tú vienes a mí?” (Mt 3,14). El Catecismo hace referencia a esta actitud humilde de Cristo en el n.536:

El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar entre los pecadores.

Él, que no tenía mancha, que estaba inmaculado, pide ser lavado. El Agua más cristalina del mundo pide ser purificada. La Pureza Absoluta exige ser limpiada. Cristo es el Rey de la humildad. Si alguien podía exigir sus derechos era Cristo. Sin embargo, no buscó ser tratado de una manera especial, gozar de privilegios, aprovechar su posición de Mesías para facilitar las cosas para si mismo. Así era toda la vida de Cristo: una vivencia profunda de la virtud de la humildad.

La humildad de Jesucristo no es solamente la expresión de un pensamiento o sentimiento hacia su Padre, sino la entrega al desprecio, al abandono, a la condenación, a la ignominia. No buscó lo grande, se escondió en lo pequeño. Siendo Dios no sintió vergüenza ni se sintió raro al tomar carne en el seno de una virgen, al aparecer en una cueva, al morir en una cruz; aunque humanamente quizá no pudieran pensarse situaciones más contradictorias.

Toda la vida de Cristo era un “bautismo”, una humillación de si mismo, un olvidarse de si mismo, de sus privilegios... La verdadera humildad está en la entrega servicial y callada a los demás.

La falta de humildad está en la raíz de muchos de nuestros problemas. Si no hay diálogo en el matrimonio es porque falta la humildad; si no hay sumisión a la moral católica es porque falta humildad; si no hay práctica religiosa es porque creemos que podemos santificamos sin acudir a la fuente de la gracia que es la liturgia.

El bautismo es un morir y un nacer

La vida cristiana, como toda vida, no es nada estática. La vida es un morir y un nacer constantes. El Catecismo habla sobre este misterio en el n.537:

Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con
Jesús, para subir con Él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y vivir una nueva vida.

La vida cristiana es cambio. Cada día que pasa algo tiene que morir dentro de nosotros y algo tiene que nacer. Cada día debemos ser menos egoístas, sensuales, vanidosos... y más como Nuestro Señor Jesucristo. Desgraciadamente, a veces lo contrario pasa: somos menos como Cristo y más como el diablo. Cristo exigió el cambio constante de sus seguidores al decir que tenían que seguirle todos los días por el sendero de la cruz.

Indudablemente la cruz es el verdadero rostro de Cristo. Sólo existe un Cristo, el crucificado, para quienes con sinceridad y autenticidad desean encontrarle y amarle.

La cruz es el “verdadero rostro de Cristo” y también del cristiano. Por el bautismo Dios nos invita a cambiar, a seguir al Crucificado, a morir a los vicios y renacer a las virtudes.

Tal vez alguien podría decir que no avanza y que tampoco retrocede en la vida cristiana, que vive su compromiso bautismal estáticamente. Esto es un engaño, porque la vida espiritual es siempre algo dinámico: o vamos adelante o retrocedemos. Cada hombre está metido en el mundo como en un río. Si quiere ser fiel a Cristo tiene que nadar contra corriente; de lo contrario, ésta le arrastra.

¡Qué pena da el ver a tantos, que se nombran cristianos, llevados por las corrientes del materialismo, del naturalismo, del consumismo...! Es todo lo opuesto de sus compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus obras...

El bautismo nos pone en una nueva relación con cada persona de la Santísima Trinidad

En el bautismo de Cristo aparece la triple relación con Dios: el Padre le llamó Hijo (“Éste es mi Hijo amado”) y el Espíritu Santo descendió sobre Él (“...y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él”). Por medio del bautismo nosotros entramos en la “familia” de Dios: somos adoptados como hijos de Dios Padre; como consecuencia, somos hermanos del Hijo, Cristo; y somos templos del Espíritu Santo. Decir que tenemos “sangre azul” es poco. La vida divina, la vida que corre entre las tres divinas personas, corre en nosotros. El Papa San Gregorio Magno decía a los cristianos de entonces: “¡Cristiano, reconoce tu dignidad!”. Cada bautizado debe reconocer su grandeza.

Un niño crecía pobre en el bosque con quien pensaba era su papá, un leñador. Después de muchos años, un cortesano de la casa real pasó por allí y notó que el muchacho tenía un sello o tatuaje en el brazo; se dio cuenta quién era: era el hijo del rey. Años atrás, en tiempos de grandes convulsiones políticas, lo habían sacado del palacio real y abandonado en el bosque. El buen leñador lo había acogido como hijo. Cuando llevaron al muchacho al palacio hubo muchos cambios en su vida: ahora era el hijo del rey, el heredero, el príncipe sucesor; su comportamiento tenía que corresponder a su alta dignidad. Cuando nos bautizaron recibimos un sello en el alma que nos marcó como hijos de Dios Padre, hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo. Lo malo es que muchos cristianos no se dan cuenta de esta realidad y mucho menos se comportan según esta dignidad. Si nos diéramos cuenta de lo que somos como cristianos, ¡cómo cambiaría nuestra vida!


Por medio del bautismo se da una misión a cada cristiano

En el bautismo de Cristo se manifestó la misión mesiánica de Cristo, pues fue ungido con el Espíritu Santo. El bautismo cristiano da una misión a cada bautizado. Su misión es reproducir en su vida la imagen de Jesucristo, quien murió y resucitó por nosotros. Tiene que ser OTRO CRISTO.

No podemos imaginar una misión más sublime que esta. Es el ideal más alto. Es como si nos dijeran que tenemos que escalar el monte más alto de la tierra, el Monte Everest. Cada uno de nosotros tiene que escalar el “monte espiritual” más grande que hay: la imitación de Cristo. Cristo es tan rico en virtudes, en gracias y cualidades que ninguna persona es capaz de agotar o imitar las inmensas riquezas de Cristo. Por eso, cada uno tiene que imitarlo según su vocación, según su estado y condición de vida: el casado de una manera, el religioso de otra manera, el político de otra... Lo maravilloso es que cada persona es única e irrepetible y tiene la misión de imitar a Cristo también en una manera única e irrepetible.

Autor: P. Fintan Kelly | Fuente: Catholic.net

viernes, 8 de enero de 2010

La verdadera esperanza está en Dios, recuerda el Papa

Ciudad del Vaticano, 5 Ene. 10 (AICA) Al presidir el rezo del Ángelus, el papa Benedicto XVI recordó que la verdadera esperanza del hombre que nunca defrauda está en Dios, quien se ha revelado plenamente en Jesucristo para "guiarnos a todos a su Reino de amor y de vida. Ésta es la gran esperanza que anima y a veces corrige nuestras esperanzas humanas".

En sus palabras antes de la oración mariana en la Plaza de San Pedro antes miles de fieles, el Santo Padre señaló que "problemas no faltan ni en la Iglesia ni en el mundo, así como en la vida cotidiana de las familias. Pero, gracias a Dios, nuestra esperanza no tiene en cuenta los improbables pronósticos, ni tampoco, aun siendo importantes, las previsiones económicas".

Benedicto XVI aseguró que "nuestra esperanza está en Dios, no en el sentido de una genérica religiosidad, o de un fatalismo encubierto de fe. Nosotros confiamos en el Dios que en Jesucristo ha revelado de manera completa y definitiva su voluntad de estar con el hombre, de compartir su historia, para guiarnos a todos a su Reino de amor y de vida. Ésta es la gran esperanza que anima y a veces corrige nuestras esperanzas humanas".

"Ésta es la verdadera razón de esperanza de la humanidad: la historia tiene un sentido, porque está ‘habitada’ por la Sabiduría de Dios. Y sin embargo, el designio divino no se cumple automáticamente, porque es un proyecto de amor, y el amor genera libertad y exige libertad".

Seguidamente el Papa resaltó que "el Reino de Dios viene ciertamente; es más, ya está presente en la historia y, gracias a la venida de Cristo, ha vencido ya la fuerza negativa del maligno. Pero cada hombre y cada mujer es responsable de acogerlo en la propia vida, un día y otro. Por esto, también el 2010 será más o menos ‘feliz’ en la medida en que cada uno, según su propia responsabilidad, sepa colaborar con la gracia de Dios".

El Papa pidió a todos los fieles que se dirijan a la Virgen María "para aprender de Ella esta actitud espiritual. El Hijo de Dios tomó carne de Ella con su consentimiento. Cada vez que el Señor quiere dar un paso hacia adelante, con nosotros, hacia la ‘tierra prometida’, llama primero a nuestro corazón, espera, por decirlo de alguna forma, nuestro ‘sí’, tanto en las pequeñas como en las grandes decisiones".

"Que María nos ayude a acoger siempre la voluntad de Dios, con humildad y valentía, para que también las pruebas y los sufrimientos de la vida cooperen a acelerar la venida de su Reino de justicia y de paz", concluyó.+

Fuente: AICA

Constitucionalista defiende blindaje de la vida contra el aborto en 18 estados de México

MÉXICO D.F., 08 Ene. 10 / 08:10 am. (ACI Prensa) La constitucionalista Ingrid Tapia afirmó que desde el punto de vista jurídico, nadie, incluso la Suprema Corte de Justicia de la Nación, puede desconocer el carácter soberano de 18 estados de modificar sus textos fundamentales para elevar a rango constitucional el derecho a la vida.

Según un diario local, la experta explicó que las reformas aprobadas en estos estados no buscan criminalizar a la mujer ni encarcelarla, sino promover un cambio constitucional por la dignidad humana que no excluya a la mujer, sino que proteja a los no nacidos y haga del Estado un acompañante de la madre en esta etapa tan importante.

Añadió que como nunca hubo una despenalización absoluta del aborto, en ninguna entidad federativa se está discutiendo o legislando si permite o no el aborto.

Los estados mexicanos que han blindado la vida contra el aborto, desde la concepción hasta la muerte natural son: Chiapas, Veracruz, Querétaro, Baja California, Chihuahua, Campeche, Colima, Puebla, Durango, Jalisco, Nayarit, Quintana Roo, Guanajuato, Yucatán, Sonora, Morelos, San Luis Potosí y Oaxaca.
 
Fuente: ACI Prensa

miércoles, 6 de enero de 2010

¿Cómo obtener las Indulgencias?

DISPOSICIONES PARA OBTENER
LA INDULGENCIA JUBILAR
Decreto de la Penitenciaría Apostólica
(En ocasión del Jubileo del año 2000)

Con el presente decreto, que da cumplimiento a la voluntad del Santo Padre expresada en la Bula para la convocación del Gran Jubileo del año 2000, la Penitenciaría Apostólica, en virtud de las facultades concedidas por el mismo Sumo Pontífice, determina la disciplina que se ha de observar para la obtención de la indulgencia jubilar.

Todos los fieles debidamente preparados pueden beneficiarse copiosamente del don de la indulgencia durante todo el Jubileo, según las disposiciones especificadas a continuación.

Teniendo presente que las indulgencias ya concedidas, sea de manera general sea por un rescripto especial, permanecen en vigor durante el Gran Jubileo, se recuerda que la indulgencia jubilar puede ser aplicada como sufragio por las almas de los difuntos. Con esta práctica se hace un acto de caridad sobrenatural, por el vínculo mediante el cual, en el Cuerpo místico de Cristo, los fieles todavía peregrinos en este mundo están unidos a los que ya han terminado su existencia terrena. Durante el año jubilar queda también en vigor la norma según la cual la indulgencia plenaria puede obtenerse solamente una vez al día. (1)

Culmen del Jubileo es el encuentro con Dios Padre por medio de Cristo Salvador, presente en su Iglesia, especialmente en sus Sacramentos. Por esto, todo el camino jubilar, preparado por la peregrinación, tiene como punto de partida y de llegada la celebración del sacramento de la Penitencia y de la Eucaristía, misterio pascual de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación: éste es el encuentro transformador que abre al don de la indulgencia para uno mismo y para los demás.

Después de haber celebrado dignamente la confesión sacramental, que de manera ordinaria, según el can. 960 del CIC y el can. 720, § 1 del CCEO, debe ser en su forma individual e íntegra, el fiel, una vez cumplidos los requisitos exigidos, puede recibir o aplicar, durante un prudente período de tiempo, el don de la indulgencia plenaria, incluso cotidianamente, sin tener que repetir la confesión. Conviene, no obstante, que los fieles reciban frecuentemente la gracia del sacramento de la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. (2) La participación en la Eucaristía --necesaria para cada indulgencia-- es conveniente que tenga lugar el mismo día en que se realizan las obras prescritas. (3)

Estos dos momentos culminantes han de estar acompañados, ante todo, por el testimonio de comunión con la Iglesia, manifestada con la oración por las intenciones del Romano Pontífice, así como por las obras de caridad y de penitencia, según las indicaciones dadas más abajo. Estas obras quieren expresar la verdadera conversión del corazón a la que conduce la comunión con Cristo en los Sacramentos. En efecto, Cristo es la indulgencia y la «propiciación por nuestros pecados» («1 Jn» 2, 2). El, infundiendo en el corazón de los fieles el Espíritu Santo, que es «el perdón de todos los pecados», (4) impulsa a cada uno a un filial y confiado encuentro con el Padre de la misericordia. De este encuentro surgen los compromisos de conversión y de renovación, de comunión eclesial y de caridad para con los hermanos.

Para el próximo Jubileo se confirma también la norma según la cual los confesores pueden conmutar, en favor de quienes estén legítimamente impedidos, tanto la obra prescrita como las condiciones requeridas (5). Los religiosos y religiosas de clausura, los enfermos y todos aquellos que no puedan salir de su vivienda, podrán realizar, en vez de la visita a una determinada iglesia, una visita a la capilla de la propia casa; si ni siquiera esto les fuera posible, podrán obtener la indulgencia uniéndose espiritualmente a cuantos cumplen en el modo ordinario la obra prescrita, ofreciendo a Dios sus oraciones, sufrimientos y molestias.

Respecto a los requisitos necesarios, los fieles podrán obtener la indulgencia jubilar:

1) «En Roma», haciendo una peregrinación a una de las Basílicas patriarcales, a saber: la Basílica de San Pedro en el Vaticano, la Archibasílica del Santísimo Salvador de Letrán, la Basílica de Santa María la Mayor o la de San Pablo Extramuros en la vía Ostiense, y participando allí con devoción en la Santa Misa o en otra celebración litúrgica como Laudes o Vísperas, o en un ejercicio de piedad (por ejemplo, el «Vía Crucis» , el Rosario mariano, el rezo del himno «Akáthistos» en honor de la Madre de Dios); también visitando, en grupo o individualmente, una de las cuatro Basílicas patriarcales y permaneciendo allí un cierto tiempo en adoración eucarística o en meditación espiritual, concluyendo con el «Padre nuestro», con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María. En esta ocasión especial del Gran Jubileo, se añaden a las cuatro Basílicas patriarcales los siguientes lugares y con las mismas condiciones: la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, la Basílica de San Lorenzo junto al cementerio Verano, el Santuario de la Virgen del Divino Amor y las Catacumbas cristianas. (6)

2) «En Tierra Santa», observando las mismas condiciones y visitando la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, la Basílica de la Natividad en Belén o la Basílica de la Anunciación en Nazaret.

3) «En las demás circunscripciones eclesiásticas», haciendo una peregrinación a la iglesia Catedral o a otras iglesias o lugares designados por el Ordinario y asistiendo allí con devoción a una celebración litúrgica o a otro tipo de ejercicio, como los indicados anteriormente para la ciudad de Roma; también visitando, en grupo o individualmente, la iglesia Catedral o un Santuario designado por el Ordinario, permaneciendo allí un cierto tiempo en meditación espiritual, concluyendo con el «Padre nuestro», con la profesión de fe en cualquiera de sus formas legítimas y con la invocación a la Santísima Virgen María.

4) «En cada lugar», yendo a visitar por un tiempo conveniente a los hermanos necesitados o con dificultades (enfermos, encarcelados, ancianos solos, minusválidos, etc.), como haciendo una peregrinación hacia Cristo presente en ellos (cf. «Mt» 25, 34-36) y cumpliendo los requisitos espirituales acostumbrados, sacramentales y de oración. Los fieles querrán ciertamente repetir estas visitas durante el Año Santo, pudiendo obtener en cada una ellas la indulgencia plenaria, obviamente una sola vez al día.

La indulgencia plenaria jubilar podrá obtenerse también mediante iniciativas que favorezcan de modo concreto y generoso el espíritu penitencial, que es como el alma del Jubileo. A saber: absteniéndose al menos durante un día de cosas superfluas (por ejemplo, el tabaco, las bebida alcohólicas, ayunando o practicando la abstinencia según las normas generales de la Iglesia y las de los Episcopados) y dando una suma proporcionada de dinero a los pobres; sosteniendo con una significativa aportación obras de carácter religioso o social (especialmente en favor de la infancia abandonada, de la juventud con dificultades, de los ancianos necesitados, de los extranjeros en los diversos Países donde buscan mejores condiciones de vida); dedicando una parte conveniente del propio tiempo libre a actividades de interés para la comunidad u otras formas parecidas de sacrificio personal.

Roma, en la Penitenciaría Apostólica, 29 de noviembre de 1998, I domingo de Adviento.

WILLIAM WAKEFIELD Card. BAUM, penitenciario Mayor

LUIGI DE MAGISTRIS, regente
 
Fuente: EWTN

¿Qué son las Indulgencias?

SEGÚN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA:

X - LAS INDULGENCIAS

1471 La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.

Qué son las indulgencias:

"La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos."

"La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente."

"Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias".

Las penas del pecado

1472 Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas que es necesario purificar, sea aquí abajo, sea después de la muerte, en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior, sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del pecador, de modo que no subsistiría ninguna pena.

1473 El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del "hombre nuevo".

En la comunión de los santos

1474 El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. "La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística".

1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que peregrinan todavía en la tierra- un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes". En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.

1476 Estos bienes espirituales de la comunión de los santos, los llamamos también el tesoro de la Iglesia, "que no es suma de bienes, como lo son las riquezas materiales acumuladas en el transcurso de los siglos, sino que es el valor infinito e inagotable que tienen ante Dios las expiaciones y los méritos de Cristo nuestro Señor, ofrecidos para que la humanidad quedara libre del pecado y llegase a la comunión con el Padre. Sólo en Cristo, Redentor nuestro, se encuentran en abundancia las satisfacciones y los méritos de su redención (cf Hb 7, 23-25; 9, 11-28)".

1477 "Pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico".

Obtener la indulgencia de Dios por medio de la Iglesia

1478 Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de penitencia y de caridad.

1479 Puesto que los fieles difuntos en vía de purificación son también miembros de la misma comunión de los santos, podemos ayudarles, entre otras formas, obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados.

XI -LA CELEBRACION DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

1480 Como todos los sacramentos, la Penitencia es una acción litúrgica. Ordinariamente los elementos de su celebración son: saludo y bendición del sacerdote, lectura de la Palabra de Dios para iluminar la conciencia y suscitar la contrición, y exhortación al arrepentimiento; la confesión que reconoce los pecados y los manifiesta al sacerdote; la imposición y la aceptación de la penitencia; la absolución del sacerdote; alabanza de acción de gracias y despedida con la bendición del sacerdote.

1481 La liturgia bizantina posee expresiones diversas de absolución, en forma deprecativa, que expresan admirablemente el misterio del perdón: "Que el Dios que por el profeta Natán perdonó a David cuando confesó sus pecados, y a Pedro cuando lloró amargamente y a la pecadora cuando derramó lágrimas sobre sus pies, y al fariseo, y al pródigo, que este mismo Dios, por medio de mí, pecador, os perdone en esta vida y en la otra y que os haga comparecer sin condenaros en su temible tribunal. El que es bendito por los siglos de los siglos. Amén".

1482 El sacramento de la Penitencia puede también celebrarse en el marco de una celebración comunitaria, en la que los penitentes se preparan a la confesión y juntos dan gracias por el perdón recibido. Así la confesión personal de los pecados y la absolución individual están insertadas en una liturgia de la Palabra de Dios, con lecturas y homilía, examen de conciencia dirigido en común, petición comunitaria del perdón, rezo del Padre Nuestro y acción de gracias en común. Esta celebración comunitaria expresa más claramente el carácter eclesial de la penitencia. En todo caso, cualquiera que sea la manera de su celebración, el sacramento de la Penitencia es siempre, por su naturaleza misma, una acción litúrgica, por tanto, eclesial y pública.

1483 En casos de necesidad grave se puede recurrir a la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general. Semejante necesidad grave puede presentarse cuando hay un peligro inminente de muerte sin que el sacerdote o los sacerdotes tengan tiempo suficiente para oír la confesión de cada penitente. La necesidad grave puede existir también cuando, teniendo en cuenta el número de penitentes, no hay bastantes confesores para oír debidamente las confesiones individuales en un tiempo razonable, de manera que los penitentes, sin culpa suya, se verían privados durante largo tiempo de la gracia sacramental o de la sagrada comunión. En este caso, los fieles deben tener, para la validez de la absolución, el propósito de confesar individualmente sus pecados en su debido tiempo. Al obispo diocesano corresponde juzgar si existen las condiciones requeridas para la absolución general.[80] Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o de peregrinaciones no constituyen por su naturaleza ocasión de la referida necesidad grave.

1484 "La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión". Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: "Hijo, tus pecados están perdonados" (Mc 2, 5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Fuente: EWTN

¿Qué es un Jubileo?

Decimos que es una oportunidad, porque la Iglesia universal ha preparado una serie de celebraciones que nos ayudarán a comprender y experimentar aún más el amor de Dios. Ningún católico debe estar al margen de esta gran fiesta, es más, ninguna persona de cualquier credo debe ignorar cuanto nos ama Dios, y de eso somos responsables todos los bautizados: de que todos se enteren que "tanto amó Dios al mundo, que envió a su único Hijo para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16); y este grandioso hecho sucedió en la historia, hace dos mil años. Por eso celebramos, por eso debemos de convencer a todo el mundo de que el amor de Dios está presente entre los hombres.

¿Qué es un Jubileo? Desde el Antiguo Testamento se celebran los jubileos (Cf. Ex 23, 10-11; Lev 25, 1-28; Dt 15, 1-6). Era un tiempo dedicado de un modo particular a Dios. Cada siete años se llamaba el "año sabático"; y cada cincuenta era el "año jubilar" –más solemne-. Como signo de fiesta se dejaba reposar la tierra, se liberaban los esclavos, se perdonaban las deudas. El objetivo de celebrar un año jubilar, era para devolver la igualdad entre todos los hijos de Israel. El año jubilar debía servir para el restablecimiento de la justicia social.

A partir del Nuevo Testamento, el Jubileo adquiere su verdadero y pleno significado:

Jesús de Nazaret fue un día a la sinagoga de su ciudad y se levantó para hacer una lectura (Cf. Lc 4,16-30) leyó, del Profeta Isaías, el siguiente pasaje: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me consagró. Me envió a traer la Buena Nueva a los pobres, a anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor" Y añadió: "Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar".

Cuando San Pablo habla del nacimiento del Hijo de Dios lo sitúa en "la plenitud de los tiempos". En realidad, el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la Encarnación, se ha introducido en la historia del hombre: la Eternidad ha entrado en el tiempo.

El tiempo, dimensión en la que se crea el mundo y se desarrolla la historia humana, culmina en la "plenitud de los tiempos" de la Encarnación y tiene su término en el retorno glorioso del Hijo de Dios al final de los tiempos (Parusía). En Jesucristo, Verbo encarnado, el tiempo llega a ser una dimensión de Dios, que en sí mismo es eterno.

Todos los jubileos se refieren a este "tiempo" del cumplimiento de las profecías y aluden a la misión mesiánica de Cristo, venido como "consagrado con la unción" del Espíritu Santo, como "enviado por el Padre". El Jubileo, "año de gracia del Señor", es una característica de la actividad de Jesús y no sólo la definición cronológica de un cierto aniversario.

Objetivo del Jubileo: Para la Iglesia, el Jubileo es verdaderamente aquel "año de gracia", año de perdón de los pecados y de las penas por los pecados, año de reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental. Por eso la razón de toda la preparación previa.

Los dos mil años del nacimiento de Cristo –independientemente de la exactitud del cálculo cronológico- representan un Jubileo extraordinariamente grande no sólo para los cristianos, sino indirectamente para toda la humanidad, dado el papel primordial que el cristianismo ha jugado en estos dos milenios.

El término "jubileo" expresa alegría; no sólo alegría interior, sino un jubileo que se manifiesta exteriormente, ya que la venida de Dios es también un suceso exterior, visible, audible y tangible, como lo recuerda San Juan (Cf. 1Jn 1,1). Esto indica que la Iglesia se alegra por la salvación traída por Jesucristo.

Desde hace dos mil años, el tiempo está impregnado de la presencia de Dios y de su acción salvífica. Con este espíritu la Iglesia se alegra, da gracias y pide perdón, presentando súplicas al Señor de la historia y de las conciencias humanas.

Una de las súplicas de la Iglesia es que prospere la unidad entre todos los cristianos de las diversas confesiones hasta alcanzar la plena comunión. Y, desde luego, la Iglesia espera que, entre todos los discípulos de Cristo, unidos por el mismo Bautismo, incorporados a la misma Iglesia Católica, se dé verdaderamente la unidad, manifestada en la convivencia fraterna y solidaria entre todos sus miembros.

El Año Jubilar, "año de gracia del Señor", debiera tener los mismos signos de que Jesús habla al iniciar su misión mesiánica: "el anuncio de la Buena Nueva a todos los hombres", de lo que ahora somos responsables todos los cristianos.

Solamente conociéndolo y estando unidos al Señor, a través de la oración y los sacramentos, los cristianos podemos anunciar esa Buena Nueva que trae la "liberación a los oprimidos" por el pecado y las ataduras de este mundo para vivir este Jubileo, este Año de Gracia del Señor.

Al valorar el gran Amor del Padre que envió a su Hijo para enseñar al hombre el camino de regreso a casa, los cristianos deseamos –como el hijo pródigo- emprender ese camino por la vía de la reconciliación, con el Padre y los hermanos. Se vio el sacramento de la Confesión en su significado más profundo para disponerse a celebrarlo intensamente, buscando una auténtica conversión que libere al hombre del pecado y lo impulse a elegir el bien, manifestado por los valores éticos que la sociedad actual parece haber confundido y olvidado.

La intención final es hacer presente en el mundo la virtud teologal de la caridad, manifestada en acciones concretas como la promoción del hombre, sobre todo del pobre y del marginado. María, la hija predilecta del Padre, nos enseña con su vida cómo vivir esta virtud, al responder a Dios con disponibilidad plena, desde la Encarnación hasta la Cruz.

Fuente: http://www.rosario.org.mx, en ocasión del Jubileo del año 2000.

Cristo es esperanza imperecedera de salvación, dice el Papa Benedicto XVI

En su mensaje con ocasión del Año Jubilar Compostelano, el Papa Benedicto XVI anima a los fieles a peregrinar a Santiago de Compostela en España, para que obtengan la gracia de que Dios entre en sus corazones y sean así testigos de que Cristo vive y "es nuestra esperanza imperecedera de salvación".

En el mensaje enviado al Arzobispo de Santiago de Compostela, Mons. Julián Barrio, el Santo Padre señala que el lema de este nuevo Año Jubilar Compostelano, "Peregrinando hacia la luz", así como la carta pastoral para esta ocasión, "Peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado", siguen "fielmente esta tradición y la reproponen como una llamada evangelizadora a los hombres y mujeres de hoy, recordando el carácter esencialmente peregrino de la Iglesia y del ser cristiano en este mundo".

"Abierto a la sorpresa y la trascendencia, el peregrino se deja instruir por la Palabra de Dios, y de este modo va decantando su fe de adherencias y miedos infundados. Así hizo el Señor resucitado con los discípulos que, aturdidos y desalentados, iban de camino hacia Emaús", añade Benedicto XVI.

El Santo Padre pide luego a Dios que "acompañe a los peregrinos, que se dé a conocer y entre en sus corazones. Ésta es la verdadera meta, la gracia, que el mero recorrido material del Camino no puede alcanzar por sí solo, y que lleva al peregrino a convertirse en testigo ante los demás de que Cristo vive y es nuestra esperanza imperecedera de salvación".

"En este Año Santo, en sintonía con el Año Sacerdotal, un papel decisivo corresponde a los presbíteros, cuyo espíritu de acogida y entrega a los fieles y peregrinos ha de ser particularmente generoso", agrega el Papa.

Por ello exhorta a los sacerdotes a que se prodiguen "en la administración de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, pues lo más buscado, lo más preciado y característico del Año Santo es el perdón y el encuentro con Cristo vivo".

El Papa expresa luego su "especial cercanía a los peregrinos que llegan y seguirán llegando a Santiago" y les invita a "que hagan acopio de las sugestivas experiencias de fe, caridad y fraternidad que encuentren en su andadura, a que vivan el Camino sobre todo interiormente, dejándose interpelar por la llamada que el Señor hace a cada uno de ellos".

"Les ruego también que en su oración cadenciosa no olviden a los que no pudieron acompañarles, a sus familias y amigos, a los enfermos y necesitados, a los emigrantes, a los frágiles en la fe y al Pueblo de Dios con sus pastores", concluye.
 
Fuente: aciprensa

Oración en el Sitio del Bautismo del Señor durante su visita a Tierra Santa

En el Evangelio de San Lucas leemos "Que la Palabra de Dios bajó sobre Juan, Hijo de Zacarías, en el desierto. Y él recorrió toda la región del Jordán, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (3, 2-3). Aquí, en el Río Jordán, cuyas orillas han sido visitadas por multitudes de peregrinos que rinden honor al Bautismo del Señor, también yo elevo mi corazón en oración:

¡Gloria a ti, oh Padre, Dios de Abraham, Isaac y Jacob
Tú has enviado a tus siervos, los profetas
a proclamar tu palabra de amor fiel
y a llamar a tu pueblo al arrepentimiento.
A las orillas del Río Jordán,
Has suscitado a Juan el Bautista,
una voz que grita en el desierto,
enviado a toda la región del Jordán,
a preparar el camino del Señor,
a anunciar la venida de Cristo.
¡Gloria a ti, oh Cristo, Hijo de Dios!
Has venido a las aguas del Jordán
Para ser bautizado por manos de Juan.
Sobre ti el Espíritu descendió como una paloma.
Sobre ti se abrieron los cielos,
Y se escuchó la voz del Padre:
"Este es mi Hijo, el Predilecto!"
Del río bendecido con tu presencia
Has partido para bautizar no sólo con el agua
sino con fuego y Espíritu Santo.
¡Gloria a ti, oh Espíritu Santo, Señor!
Por tu poder la Iglesia es bautizada,
Descendiendo con Cristo en la muerte
Y resurgiendo junto a él a una nueva vida.
Por tu poder, nos vemos liberados del pecado
para convertirnos en hijos de Dios,
el glorioso cuerpo de Cristo.
Por tu poder, todo temor es vencido,
Y es predicado el Evangelio del amor
En cada rincón de la tierra,
para la gloria de Dios,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
a Él todo honor en este Año Jubilar
y en todos los siglos por venir. Amén.



S.S. Juan Pablo II
21 de marzo del 2000
Fuente: aciprensa

martes, 5 de enero de 2010

Epifanía del Señor


6 de enero

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.

Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.

Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.

Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.

El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).

A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.

La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.

Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.

Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.

Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno. 
 
Fuente: EWTN